GALLEANDO

El toreo, ni más ni menos

miércoles, 5 de octubre de 2022 · 06:07

Un viejo aficionado me contó en una ocasión que durante los muchos años de ver y sentir el toreo se le fueron formando en la cabeza páginas escritas de tardes de toros sublimes hasta llegar a completar un imaginario y grueso libro. De igual manera, en menos de una semana, podría haber incrementado su particular historia con lo sucedido en las dos plazas de toros más importantes del mundo: Madrid y Sevilla.

En la Maestranza, la lidia de “Derribado” constituyó una de las faenas más logradas de Morante de La Puebla. Ver torear así supuso asistir a un espectáculo de contagiosa emoción. Podría escribirse acerca del desbordante entusiasmo, de la entrega, de la precisión de un natural… cuando en realidad debe hablarse del valor y la verdad. De la manera arrebatadora y contundente con la que se inspiró el diestro sevillano para hacer y decir el toreo. De tanta pasión, disfrute y satisfacción.

En Las Ventas, el arte de torear, que se deleita y regodea en su propia perfección, se mostró en toda su extensión suscitando el pasmo a quien lo contempló. Cinco días antes de lo sucedido en Sevilla, el 18 del pasado septiembre, un torero madrileño expuso con auténtica desnudez, prescindiendo de todos los alardes que jalonan las faenas y eliminando cuanto es posible quitar en el tiempo, su maestría a la hora de captar la expresión en el trazo interminable de muletazos sublimes.

Recuerdo los versos de Brines en esta magistral lección que ha supuesto encontrarse de nuevo con el toreo: “Yo ya no tengo futuro, solo pasado, pero no me importa porque cada día es un presente infinito”. Fernando Robleño es pasado y es presente infinito. Es uno de esos pocos afortunados que los años parecen traerles más de lo que le quitan. Ahora, ojalá lo hagan un imprescindible de la pureza y la emoción en el ruedo porque demasiadas veces ha deambulado por los sinuosos caminos del olvido. Y todo tras efímeros momentos, fascinantes instantes repletos de un toreo prodigioso, exuberante de verdad, cadencia y belleza ante un gran toro de José Escolar que, a la manera clásica y eterna, tuvieron la capacidad de encandilar, implicar y hacer disfrutar de lo que se veía. El toreo, ni más ni menos.