FIRMA INVITADA

Lo que un Mejicano piensa

“Si quieres un milagro a veces hay que rezarle a más de dos santos” (Refrán popular mexicano)
sábado, 21 de mayo de 2022 · 19:44

Estoy como reportero de guerra, en la zona cero, en donde se abre fuego sin cuartel a todos los toreros. En la zona de Las Ventas, Madrid. Aquí no hay bandera que merezca una armisticio, ni siquiera capitulando. Si aparece una bandera peruana, de un Roca Rey, o una Venezolana de un Colombo o una Mejicana, si con “j”, de un tal Adame o Fonseca, se reparte bala igual que un madrileño, que un andaluz, que un extraterrestre, pues aquí para ser y estar, hay que ser torero de Madrid. Para eso la gran afición de Las Ventas tiene un propósito claro, la verdad al frente, el toreo entregado con el arte en el pecho y en los muslos donde está la verdad, de frente, con esa verdad que invocan todos, que provocan pocos. De frente siempre, cargando la suerte y ligando. No vayan a creer que lo aprendí en los libros de Tauromaquia, hay que ver y recurrir a la fuente de la crítica, la popular, la que paga un billete cualquiera que sea su precio, la de las tabernas que solo tienen una pasión más grande que ir a los toros: la polémica.

Soy de México, lindo y querido, lejos de las noticias que anuncian tanto mal, aburrido de un presidente que exige disculpas a los hombres de allende el mar, que por la gloria de la conquista, son ellos los hijos de Cortéz, a quienes debemos tanto. Con una ilusión, una sola y hermosa ilusión, la de ver a un Mexicano si, ahora con “x”, abrir La Puerta Grande de Madrid, puerta del cielo, puerta del tiempo, el túnel a la inmortalidad. Allá en mi Méjico, ahora con “j” mi abuelo decía, que para lograr un milagro, había que rezarle por lo menos a dos santos, y es que aquí en San Isidro, este serial feriero, tuvo como nunca antes cuatro beatos mexicanos, si con equis esta vez, da igual. Gilio, Fonseca, Adame y Valadez. De los tres primeros había un gran porcentaje de posibilidad, Gilio con antecedentes aquí en la tierra de Dios y de Maria Santísima, Fonseca con un historial de triunfo de novillero, excepto Madrid, Adame, la figura mexicana, que más por experiencia que por tauromaquia tenía que dar la cara, pero hasta ahí, la cuenta me da números rojos, por la razón que quieran, quedaron a deber.

Yo no sé que tuvo Colombia con Rincón, ni la Perú taurina con Andrés, si Roca Rey, ni la Francia de los hombres libres con Castella, pero eso que no sé, no lo tiene México hasta ahora con ninguno, que haga que de alguna u otra manera, sea superada la tesis regiomontana de Eloy Cavazos, el último mexicano que abrió la puerta grande de esta catedral mundial que es Las Ventas de Madrid, el día incierto de Mayo de 1972, hace cincuenta años. La última veladora litúrgica, sigue prendida con un chico, solo por decir de su edad, que a manera de caballo negro, viene, discreto e inédito a Madrid, es Leo Valadez, hijo de Aguascalientes, nieto de Tlaxcaltecas, que todo México lo es, a confirmar su alternativa. Yo le he visto en las plazas de México, es discreto y noble, en el ruedo un león, fino, auténtico, de verdad en el capote y más en la muleta. Con las banderillas es solvente. Puede ser un torero de Madrid.

Si usted me lo permite y si no también, debo decir sin caer el aberraciones, que en el concierto de las naciones taurinas, las banderas tienen izada su nacionalidad en España, Francia, Colombia y Perú, y cuando todos se vuelvan a ver al México que provocó el boicot del miedo, nos daremos cuenta que los Mexicanos perdimos la bandera en el avión de Iberia que nos trajo a Madrid. Mas no se cuenten entre los pobres a quienes dieron en su seno protección y cuidado a toreros como el Juli, José Tomás y ahora a Ferrera, que tienen acento mexicano. Es solo que un aire de cincuenta años nos hizo olvidar qué hay que marcar en Madrid, para contar. Cuando el sol del día 21 de este mes de mayo vea estas letras su luz, estaremos en la víspera del milagro mexicano, espero por el bien de esas tabernas y polemistas de banqueta que así sea, el día en que Leo Valadez, enfundado en un sueño de mar y oro, invoque la única tesis que debe superarse, la tesis Rivera, si, porque también tuvimos un Rivera, Francisco Martín Rivera Agüero, Curro Cumbre, Curro Rivera, el hijo de Fermín que pudo cortar en esta plaza cuatro orejas en ese mítico 1972.

Espero con ansia, lo vean mis ojos, ojalá y me roben la cartera en la puerta grande, ojalá y que pronto pase todo esto que deseamos en un grito ahogado todos los mexicanos, que un día sea cual sea su nombre y venga de donde diablos venga, un mexicano vea la luz que solo da la Puerta Grande de Madrid. Ruego a esta audiencia me disculpe si la pasión me gana, no me pidan escriba esto tazando mi intención, solo espero que un día mis ojos se llenen de lágrimas de ver a un hombre mexicano izarse en los hombros de un desconocido como lo he visto con esos inmortales del toreo. No por inclusión sino por el mero anhelo de vibrar con ustedes en Madrid donde todo es el camino a la inmortalidad.

Y sin ella nada.

“Pájaro que no puede volar que vaya tomando ventaja” Mi abuelo dixit.

Texto: Erick Cuatepotzo