GALLEANDO
Una historia contaminada de lenguajes toreros
Se fue la referencia de la naturalidad. El aroma del arte en los pequeños, o grandes, detalles con los que el toreo no volverá a brotar. Porque ¿qué importó verle sólo una delicadeza sin con ella fue capaz de emocionar? Fue mimo y belleza en el trazo de un natural. Sublime parsimonia de un muletazo a medio acabar para hacer de él el fragmento que definía su torería. Una finura, acariciando suavemente la embestida, para destilar la esencia de ese toreo de raíces pepeluisista con el que dejó sobre la tierra de los ruedos de las plazas de toros atemporales maravillas.
Única respuesta a la insaciable necesidad de torear para hacer gozar con la filigrana generada por el deseo. Aunque no se completase la obra. Aunque los recursos fuesen limitados. Así lo hizo aquella histórica tarde de su despedida del 8 de septiembre de 2012 en la nueva plaza de toros de Utrera. Y volvió un lustro después para irradiar misteriosamente con su toreo el coso de Illescas. Le bastó el quejío, el duende, la genialidad de un muletazo para justificar su presencia. Demasiado poco, o mucho, para resumir, explicar y definir su personalidad artística en extraordinaria vuelta por un sólo día. Misterio y sentimiento dislocado y enrarecido que volvió a crecer como la enredadera que atrapa y posee.
Fogonazos de esencia de una tauromaquia proyectada con la naturalidad e identidad de quien la hizo. De quien fue tan distinto y auténtico. De ese otro Vázquez que hizo del toreo una genial narración, con la que convirtió lo efímero en instantes cargados de solemnidad, mientras la gente gozaba con tan soberbia realidad. Expresión de una manera de torear sorprendente y convincente.
A la mitad del día de este caluroso mes de julio, en su retiro de El Canto, su finca sevillana, se ha ido para no volver. Acabó su historia contaminada de lenguajes toreros. Adiós a Pepe Luis Vázquez Silva. Adiós a quien prescindió de los tópicos del arte para convertir su toreo en singular relato de “voz de soprano y música sinfónica” con el que apasionó a los tendidos. Su toreo sembró el mundo del arte. Dormido: iluminándolo para siempre.
In memoriam