CARLOS BUENO

Torerillos prodigiosos

martes, 2 de octubre de 2018 · 10:01

Dentro de los nueve festejos de los que constaba la recién concluida feria de Algemesí, había dos dedicados a novilleros sin caballos en los que participaron diez alumnos de nueve escuelas de tauromaquia diferentes. Y distintos fueron entre ellos, en sus formas y en su fondo. Los había de conceptos antagónicos, y también de expresiones similares pero con personalidades que nada tenían que ver entre sí.

Y eso dice mucho en favor de las escuelas taurinas, tan cuestionadas hace unos años con el falso argumento de que unificaban el sello de los toreros. “Ca uno es ca uno”, afirmaba Rafael Guerra “Guerrita” ya en el siglo XIX. Y tenía razón el genial matador cordobés. No hay dos personas idénticas, y como “se torea como se es”, tal y como sentenció Belmonte años después, no hay dos toreros iguales. Y ¡hay! del que pretenda parecerse a otro, porque de él serán los defectos del genuino y estará condenado al fracaso.

El secreto del éxito en cualquier actividad de la vida es poseer personalidad, ser único, nunca una copia. Y parece que eso está muy presente en las escuelas de tauromaquia. Lo vimos sobre el albero de Algemesí, donde también pudimos comprobar la agudizada técnica que la inmensa mayoría de chavales posee. Nada que ver con lo que ocurría décadas atrás cuando los aspirantes se forjaban en las duras capeas de las calles y se aprendía a base de sangre y sudor, de peligros y de miedos. Aquello curtía y cribaba, aunque muchas veces el peaje era demasiado caro.

Ahora se les enseña la teoría para que cada cual la aplique según su capacidad y valía. Los vídeos ayudan a instruirse todavía más. Los chavales se graban y se miran después. Ven a otros toreros y compañeros, aprenden lo bueno y pulen los defectos. Así, salen a las plazas cual torerillos prodigiosos. Y eso le suele restar emoción a sus actuaciones mientras incrementa la exigencia del público y de la prensa.

No hay que involucionar en este asunto, no se trata de abandonar las escuelas y volver a las calles de los pueblos. Quizá sólo sea cuestión de sensibilidad por parte de los aficionados y profesionales. No se puede medir a los alumnos como si de figuras del toreo se tratase, por más que a veces lo parezcan. Difícil cuestión, pero es que hoy en día va todo muy deprisa, también en el asunto taurino, donde el paso por los diferentes escalafones menores suele ser fugaz para abaratar costes, aunque Curro Romero siempre dijo que “en el toreo todo es despasito”.

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