OPINIÓN

Coherencia y consecuencia

martes, 10 de julio de 2018 · 10:06

Mi padre siempre me inculcó que en la vida había que ser coherente y consecuente con lo que se piensa y con lo que se dice. No seguir esta máxima es cuestión de chaqueteros sin principios que cambian de actitud según les interese en cada momento. La integridad y la dignidad van con las personas consecuentes, la hipocresía y el absurdo con los insensatos.

Del mismo modo que no es comprensible que un ateo imparta clases de moral cristina, no se entiende que un antitaurino presida una corrida de toros. Eso, ante los ojos de cualquiera, es una mezquindad. Y eso ocurre en este país. El alcalde de Pamplona proclama a los cuatro vientos que no quiere corridas de toros y sin embargo es capaz de subirse al palco chistera en ristre para, más allá de juzgar los merecimientos de los toreros, erigirse en protagonista sarcástico de los mundialmente conocidos sanfermines. Sin duda, si mi padre viviera le pondría de ejemplo de la falta de escrúpulos y valores.

Tampoco es coherente ni consecuente que PSOE y Ciudadanos se abstengan en votaciones referentes a cuestiones taurinas cuando históricamente los socialistas siempre se han significado con la tauromaquia y los del partido naranja se valieron de ella para darse a conocer y ganar confianza. Con el partido socialista se crearon escuelas taurinas, se favoreció al toreo y éste se instaló en el Ministerio de Cultura. Por otro lado, hace ocho años el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, salía en hombros de la Monumental de Barcelona porque aseguraba que estaba con los aficionados y contra quienes pretendían politizar los toros, porque se posicionaba frente a aquellos que querían prohibir todo aquello que no les cuadra con su identidad única, porque su lema era “por la libertad y contra las prohibiciones sectarias”.

Ahora toca ser coherente con lo que se hizo y se dijo. No parece lógico que los socialistas madrileños afirmen que la posible prohibición de los toros debe debatirse en el Congreso de los Diputados y que los naranjas tilden de “iniciativa oportunista que sólo persigue un titular” la propuesta antitaurina de Podemos y que ambos se abstengan en la votación celebrada en la Asamblea de Madrid. Es momento de decir sí a los toros y con ello estar al lado de la legalidad y la libertad. Porque decir sí es dar la oportunidad de seguir viviendo a medio millón de cabezas de bravo cada año, de que pervivan más de medio millón de hectáreas de dehesa que son un tesoro medioambiental de incalculable valor, de que no se pierdan más de 300.000 puestos de trabajo, es incluso dar la oportunidad de que la tauromaquia fenezca por sí misma si es verdad que no interesa y no por prohibiciones dictatoriales. Decir sí es dar la libertad de ir o de aborrecer.

Por el contrario, abstenerse es dejar la tostada de la defensa de esa libertad al Partido Popular, el único que en las votaciones se posiciona a favor de la pervivencia de la tauromaquia. Y eso es tan fácil y cobarde como peligroso e incongruente. Porque a la afición taurina ni le apetece que le ataque Podemos o Compromís ni que le defienda el PP o VOX, porque entre los aficionados hay votantes de unos y de otros. Los aficionados sólo quieren que no se politicen los toros y poder ir a las plazas con tranquilidad y respeto. Por eso hace falta que PSOE y Ciudadanos no sean ambiguos sino coherentes y consecuentes, y que se sitúen al lado de los españoles que anhelan sentir la libertad de poder decidir si van o no a los toros.

Cuánta razón tenía Ortega y Gasset cuando afirmó que “si quieres saber cómo está España sólo tienes que asomarte a una plaza de toros”. Y así está España, revuelta y un tanto anárquica, y con la máxima de “ser coherente y consecuente con lo que se piensa y con lo que se dice” postergada.

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