OPINIÓN

Gloria a Pepín

martes, 17 de julio de 2018 · 07:00

Nada de hacer temporada ni de entrar en competencia. Sólo cuatro o cinco festejos excepcionales para conmemorar sus 25 años de alternativa. Así planteaba Pepín Liria su regreso a los ruedos diez temporadas después de haber colgado el traje de luces. Todo hacía presagiar que sería algo para disfrutar como torero, en plazas amables y sin la exigencia de jugársela a cara de perro. No, eso ya no le hace falta. Lo suyo no es cuestión de supervivencia en el escalafón. No tiene la necesidad de ganarse los contratos en el ruedo para hacer campaña. Pero la comodidad y el conformismo no van con él. Nunca fue así y no va a cambiar ahora su personalidad. Así que el bravo de Pepín decidió hacer el paseíllo en Pamplona, una afición que siempre le idolatró pero donde la amabilidad es pura quimera conociendo los cornalones mastodontes que salen por chiqueros. Se anunció y salió a justificarse como si dependiese su mañana de ello. Eso va en su ADN y le acompañará para los restos.

Así que el león de Cehegín se enfundó el chispeante blanco, el color de la alternativa, del hambre de futuro, de las ilusiones y de la ambición, y se plantó en la feria de San Fermín con la raza del que empieza, de quien de verdad quiere ser gente en esto y pasar a los anales de la historia cueste lo que cueste, aunque vaya en ello la vida. Se la jugó de verdad Pepín en su reaparición pamplonica. Y aunque había asegurado que no entraría en competencia, su actitud denotó todo lo contrario. Es muy probable que en su cabeza no estuviese el superar a los compañeros, pero sí que estaba ser el mejor Pepín, el que no se dejaba ganar la pelea por nadie, el que se crecía ante las adversidades, el de las inolvidables tardes legendarias.

Y lo consiguió. Hubo épica y lírica en su paso por Pamplona. Piel erizada, emoción y admiración en los tendidos. La mejor lección de la actitud que debe tener un torero. La que se dice y se hace, la que se protagoniza. Porque Pepín dirige la escuela taurina de Murcia y ante sus alumnos ha predicado con el ejemplo. Ahora depende de ellos que lo sigan, o quizá dependerá de que lo lleven o no en su ADN, porque cualidades como la raza, la garra, el inconformismo y hasta el desprecio por la vida, por mucho que se traten de inculcar, se tienen o no se tienen.

Don José Liria rugió en el ruedo y con él lo hicieron las peñas. Puso a todo el mundo con el corazón en un puño y todos acabaron descubriéndose ante el héroe que siempre fue, una condición, la de héroe, que nunca debe perder el torero. Gloria a Pepín.

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