CARLOS BUENO

Un Premio Nacional para concienciar

martes, 12 de noviembre de 2019 · 07:48

El Ministerio de Cultura creó el Premio Nacional de Tauromaquia en 2011 con la intención de fomentar la Fiesta de los toros. Desde entonces han recibido este preciado galardón personajes de la talla de Paco Ojeda, Victorino Martín, Enrique Ponce o Juan José Padilla entre otros. Este año la distinción ministerial ha sido para el Foro de Promoción, Defensa y Debate de las Novilladas en reconocimiento a los ayuntamientos que lo conforman por su ejemplar labor de promoción y defensa de la Tauromaquia desde la base, con la programación de ferias para novilleros que permiten a los jóvenes perseguir su sueño de convertirse en toreros, impulsando de este modo la continuidad y renovación de la Fiesta.

Este Foro fue creado en enero de 2018 a instancia de Jesús Hijosa, alcalde de la localidad toledana de Villaseca de la Sagra. Las plazas de los 21 municipios adheridos han acogido un 30% del total de novilladas picadas efectuadas durante esta temporada, además de celebrar funciones sin picar, a pesar de lo deficitario de su organización.

Entre sus objetivos iniciales se encontraba la mejora de las condiciones de este tipo de espectáculos en todos los planos, tanto el económico, como el social y el mediático, así como la presencia en diferentes reuniones con las Instituciones Públicas con el fin de que las novilladas fuesen consideradas como festejos de promoción, lo que abarataría su celebración y supondría un aumento del número de estos festejos.

Casi dos años después no se ha alcanzado ninguno de los propósitos básicos. Salvo ser galardonados con un premio, sus aspiraciones siguen siendo pura quimera y continúan sufriéndose exactamente los mismos problemas. El principal, como bien denuncia el Foro, es su viabilidad económica. Cada función tiene un coste medio de producción de 45.000 euros, a pesar de que la mayoría de recintos que los anuncian no consiguen alcanzar ese montante en taquilla ni con el billetaje acabado. El déficit es inevitable y hay que buscar subvenciones e ingresos atípicos.

La consecuencia es que la cifra de novilladas ha descendido en más de 400 en sólo una década, pasándose de las 624 de 2007 a 217 en 2018. El 80% se celebran en cosos de tercera categoría y portátiles, y sólo las obligaciones del cumplimiento de los Pliegos de Condiciones de las plazas de mayor entidad consiguen una presencia poco más que testimonial en las ferias importantes. El panorama es desolador para la base del toreo, y si no se facilita la participación de la cantera el futuro pinta negro para la tauromaquia sin necesidad de ataques antitaurinos exteriores.

El Foro aboga por una rebaja impositiva y también en lo que a costes profesionales se refiere, asunto peliagudo de difícil solución. Entre las propuestas se incluye la reducción de banderilleros, picadores y mozos de espadas, pero las asociaciones taurinas se cierran en banda a aceptar la fórmula aduciendo la conservación de sus puestos de trabajo. Pero no se dan cuenta de que, a esta marcha, en breve no habrá empleos que defender porque apenas habrá novilladas.

El secretario de la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros de España se niega a una reestructuración profesional del sector, insta a los empresarios a que busquen patrocinadores, considera que acude poco público a las novilladas porque los carteles no son atractivos y denuncia que pueblos pequeños como Villaseca organicen festejos con picadores porque, a su juicio, no le corresponden por su escasa población.

Sería idílico que las grandes marcas apostaran por la publicidad en los toros, que las novilladas fuesen rentables y que apareciese un puñado de chavales con enorme tirón. Pero esa no es la realidad. Resulta prácticamente imposible convencer a las empresas fuertes que se anuncien en el medio taurino, y si encima de resultar caras, quitamos más novilladas del calendario porque las poblaciones que las organizan son pequeñas, apaga y vámonos.

Asegura Jesús Hijosa, presidente del Foro, que reduciendo el coste organizativo su número subiría de forma paulatina, y con ello banderilleros, picadores y mozos de espadas elevarían sus contrataciones. Pero para lograrlo es necesario que el sector haga autocrítica y ceda. Sería de desear que este Premio Nacional de Tauromaquia que acaba de otorgar el Ministerio de Cultura sirva, además de cómo reconocimiento y apoyo institucional, para concienciar del grave problema que tiene la Fiesta y para que, tanto la Administración como los profesionales, dejen de ser inamovibles en su afán recaudatorio.  

 

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