CARLOS BUENO

Los toros, un verdadero acontecimiento

Cada corrida de toros es un acontecimiento y como tal habría que saber venderlo. Pero el moderno marketing y la publicidad siguen sin entrar de lleno en el negocio taurino.
martes, 21 de mayo de 2019 · 07:36

Más de 20.000 personas se dieron cita en la plaza de Las Ventas el pasado sábado para ver una terna compuesta por tres toreros jóvenes. Tres chavales apenas conocidos por esa gran masa de ciudadanos que día tras día devora horas frente al televisor y repasa en los periódicos las clasificaciones de cualquier pseudo-especialidad de deporte. Pregunte usted a los espectadores del Sálvame por Marín, Luis David o Aguado y la perplejidad será la respuesta predominante. A lo sumo alguno se atreverá a afirmar que se trata de concursantes de La Voz o de nuevos fichajes de la liga ACB de baloncesto.

Sin embargo, Marín, Luis David y Aguado atrajeron en bloque a multitud de público ávido de emociones, aficionados que conocían que Ginés Marín salió por la puerta grande de Madrid el año pasado, que Luis David Adame es una de las grandes esperanzas del toreo mejicano y que Pablo Aguado había reventado Sevilla sólo una semana antes con el toreo más natural y sentido que se pueda imaginar. No hizo falta ninguna publicidad para que más de 20.000 almas pasaran por taquilla al reclamo de una ilusión, lo que demuestra que si el negocio taurino empleara técnicas de marketing bien estudiadas la repercusión podría ser sorprendente.

El zambombazo de las cuatro orejas de Aguado en la última Feria de Abril apenas tuvo eco mediático en las televisiones generalistas, pero la esencia de su toreo corrió de boca en boca entre una afición ansiosa de vivir conmociones. Por eso, el gran tirón del festejo del pasado sábado en San Isidro recaía en gran parte sobre los hombros del torero sevillano que sabía que su paso por Madrid se había convertido en ese acontecimiento esperado. Y cada corrida ha de venderse como el acontecimiento que siempre debería ser. Que se acartelen tres figuras del toreo parece en sí un acontecimiento, pero el grado de expectación lo dará la ganadería a la que se enfrenten y el compromiso que se presuponga que vayan a adquirir, algo que el marketing puede ayudar a vender. Que las figuras toreen sólo en plazas y ferias muy concretas podría ayudar a que cada una de sus actuaciones se convirtiera en un gran acontecimiento y, por ende, a subir su caché.

Pero el anuncio de tres jóvenes con futuro, con cualidades, con méritos, que rivalicen de verdad entre ellos y consigo mismos, es también un acontecimiento que se puede publicitar con facilidad. Hace falta que los empresarios les den cabida y que los profesionales taurinos luchen por reconquistar el derecho a aparecer en los medios de comunicación.

El plantel de nuevos toreros es realmente ilusionante. A veces da la impresión de que los gerifaltes del negocio se alegran más del fracaso de alguno de ellos –aquellos que no apoderan y que pueden “molestar” a sus propios intereses– que del florecimiento general de un escalafón que durante muchos años ha permanecido demasiado estanco. La tauromaquia está viva y parece un milagro que siga perviviendo a pesar de lo arcaico de su funcionamiento, de su escasa promoción, de los ataques exteriores e, incluso, de los abusos internos.

Un puñado de nuevos matadores lleva un tiempo dando serios golpes de atención y demostrando que sus actuaciones pueden ser un auténtico acontecimiento. Más de 20.000 personas les dieron la razón a Marín, Luis David y Aguado en San Isidro. Hay que saber verlo y venderlo.

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