CARLOS BUENO

Descubrir a Morante pretendiendo ver a El Fandi

Desde el momento en el que arrancó el paseíllo aquella señora se empeñó en asegurarle a su amiga que el primer matador de la tarde ponía siempre banderillas y lo hacía muy bien
martes, 25 de junio de 2019 · 07:48

Desde el momento en el que arrancó el paseíllo aquella señora se empeñó en asegurarle a su amiga que el primer matador de la tarde ponía siempre banderillas y lo hacía muy bien. Tan segura estaba que sus estridentes palabras taladraban sin piedad los oídos del sufrido vecindario, además con un tono de voz totalmente imprudente. Las dos ocupaban las localidades justo detrás de la mía; no sé, creo que tengo cierto magnetismo para acabar ubicado junto a espectadores un tanto especiales.

A mí nadie me había dado vela en aquel entierro y no era quien para volverme y aclararle que Morante sólo pone banderillas en ocasiones muy especiales. Así que deje que la sentencia de la mujer se convirtiera en dogma, al menos hasta que llegase el momento del segundo tercio. Y claro, Morante no cogió los palos y la señora se sintió muy defraudada, especialmente por la mirada inquisidora que le lanzó su amiga.

Ante la perplejidad de la situación la ofendida espectadora pedía explicaciones voz alta, y fueron los cuatro señores que se sentaban junto a ellas quienes se las dieron. La historia es que la desatina mujer había sacado entradas para la tarde equivocada, porque ella quería ver a El Fandi que se anunciaba el día siguiente. Para ahogar las penas los señores de al lado les ofrecieron a las dos amigas una copa de vino, que del líquido elemento andaban ellos más que sobrados. Tras la primera copa llegó la segunda y luego la tercera.

Con tanto vino la estridencia de las sentencias que iban lanzando a medida que transcurría la corrida fue subiendo decibelios, y así el vecindario nos fuimos entrenando de que Morante también lo hacía bien, que El Juli siempre quiere agradar y que aquel tal Paco Ureña era muy valiente.

Junto a mi estaba sentado uno de los matadores que tenía que hacer el paseíllo al día siguiente. De vez en cuando nos intercambiábamos miradas cómplices. Yo pensaba que estaría deseando que la tierra se le tragase, pero la verdad es que estuvo muy educado y caballero y les fue puntualizando más de un disparate con una paciencia inaudita. Al final se hicieron fotos con él y le desearon suerte. Ellas no le verían porque sólo iban a los toros una vez al año, y era aquel día, el que pretendiendo ver a El Fandi descubrieron a Morante.

Confieso que a mí me saturaron un poco, aunque entiendo que, como dijo El Gallo, tiene que haber gente “pa tó”, y las plazas no se llenan sólo con buenos aficionados. Quién sabe, quizá aquella equivocación les haya servido para abrir el abanico de toreros a los que ver y al año que viene meditan la posibilidad de ir a dos festejos. Si es así bienvenidas sean, aunque si moderasen un poco el volumen muchos lo agradeceríamos.

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