CARLOS BUENO

Julio, el mantenimiento de una feria histórica

martes, 30 de julio de 2019 · 08:09

A nadie se le puede pasar por la cabeza que la pérdida de una feria taurina sea una buena noticia, al menos a nadie que ame la tauromaquia. Ya hace años que se asegura que el ciclo de San Jaime de Valencia está en crisis y abocado a su desaparición. El serial de julio fue hace más de un siglo el primero que se celebró en el mundo convirtiéndose en ejemplo de programación para el resto de plazas. Durante décadas fue, sin duda, el más importante del orbe por número de festejos, categoría de los anunciados y repercusión mediática. Eran otros tiempos, claro está, con más ambiente festivo en las calles valencianas y menos posibilidades de salir de vacaciones a la playa o al chalet.

Todo ha cambiado ahora. El contexto lúdico de la ciudad se trasladó a marzo, por San José, y con él la feria de Fallas cogió auge al tiempo que lo perdía San Jaime. Creció la oferta de ocio social, las posibilidades de viajar, de marchar al fresco del mar o de la montaña y de escapar del sofocante calor de la urbe. Es evidente que con estas circunstancias cada vez cuesta más atraer gente a la plaza de toros, y el asunto se pone más complicado si encima muchos de los toreros con gran tirón evaden anunciarse.

Contra todos estos elementos no se puede luchar, así que sólo cabe programar con atino para que el ciclo no pase a ser historia y, con ello, los aficionados pierdan ocasión de emocionarse con lo que les gusta y los toreros y ganaderías posibilidades de sumar contrataciones. Hay quien afirma que para algún empresario sería una buena noticia que el serial de julio quedase en un solo festejo testimonial, por eso de que sólo se busca la rentabilidad fallera y se huye del esfuerzo y riesgo que implica organizar la feria estival. No creo que estuviéramos hablando de esto si la programación resultase bien lucrativa. Así que ese es el quid de la cuestión.

No se trata de inflar el cartel sino de anunciar los festejos que reclame la afición. Quizá los cuatro actuales sean la medida exacta, de forma continuada o en dos fines de semana, pero habría que potenciarlos con combinaciones de alto voltaje: primeras figuras, jóvenes con méritos e interés, ganaderías encastadas de renombre… El público de Valencia siempre ha respondido a los acontecimientos, y conseguir que cada corrida juliana sea un acontecimiento debe ser el reto del empresario que quiera salvar la feria y ganar dinero.

Sin ser un ciclo de irresistible atractivo para la clientela, el que acaba de finalizar ha concitado entre 4.000 y 6.000 personas por tarde (es una apreciación personal aproximada porque no se facilitan los datos de asistencia). Sin duda no son malas cifras. En Santander, serial que coincide con el valenciano, el Consejo de Administración de su plaza de toros publica diariamente el número de entradas vendidas, y este año la concurrencia de público ha vuelto a subir hasta situarse en 49.899 localidades. Además los abonos ya habían experimentado una subida de 400 nuevos. ¿Cuál es su secreto? Santander no sólo ha congelado el precio de entradas y abonos, sino que fue la primera plaza, quizá la única, que aplicó la rebaja del IVA cultural. Si a esto se le añaden descuentos especiales a peñas y el impulso de unos carteles atrayentes, el resultado no puede ser más que positivo, con beneficio empresarial y un impacto económico en la ciudad de más de siete millones de euros.

No se trata de comparar ferias sino de salvar y reforzar las de cada lar. Sin duda Valencia puede y debe copiar parte de la fórmula exitosa santanderina para mantener y fortalecer un ciclo pionero, histórico, que lucha contra las comodidades de la modernidad. Estoy convencido de que, siglo y medio después de su creación, con afición y trabajo sigue teniendo cabida.

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