CARLOS BUENO

Los otros

martes, 10 de noviembre de 2020 · 06:30

En cuanto Joe Biden supo que se había impuesto a Donald Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas, reclamó unidad a los estadounidenses y declaró que gobernaría para todos, no sólo para los demócratas o en contra de los republicanos. Una actitud tan lógica a veces parece sorprendente en España, donde muchos gobernantes siguen alentando el enfrentamiento entre los dos bandos que lucharon en una guerra que terminó hace 81 años.

Quiero creer que fomentar esa confrontación es pura estrategia política porque nuestro sistema electoral nada tiene que ver con el americano. Allí gana uno y tiene cuatro años de margen para poner en práctica su programa y demostrar su valía sin necesidad de resucitar el conflicto en el que luchó norte y sur, La Unión contra los Confederados. Aquí, por el contrario, no siempre gana uno. Es más, suelen ganar varios, incluso a veces ganan quienes más han perdido. Y avivar odios entre fachas y rojos entra dentro de astucias políticas estudiadas al milímetro con intención de dividir al pueblo y auparse al poder.

Los acuerdos entre partidos supuestamente del mismo color para sumar escaños provocan que, a veces, no esté al mando del país aquel a quien la ciudadanía más ha votado. Y la verdad es que, en ocasiones, no hay manera de que durante los cuatro años de legislatura se pueda desarrollar el plan de mandato pretendido. Es nuestro método y, más conveniente o menos apropiado, nada cabe objetar. Otra cosa es que se busque la crispación social en favor de una formación política en particular. Eso, además de falta de integridad, denota mala salud democrática.

Y hay temas, muchos de ellos de escaso peso específico en cuestiones de Estado pero que sirven para seguir separando a los españoles, que se convierten en moneda de cambio para que unos grupos otorguen la llave del poder a sus socios. Temas que perjudican a esa parte de la ciudadanía que ellos consideran “los otros”, los del bando de enfrente, aquellos a quienes no se respeta porque no piensan del mismo modo. Nada que ver con las palabras de Joe Biden.

Los toros son una de esas cuestiones que hacen saltar chispas entre minoritarios y mayoritarios. Poco les importa a los primeros que la tauromaquia proporcione gran riqueza a las arcas nacionales, que cree puestos de trabajo, que favorezca la biodiversidad, que preserve nuestro tesoro medioambiental de flora y fauna, que inspire a artistas, que forme parte de la historia, que emocione a los aficionados, que sea un ejercicio libre… Y lo preocupante es que los mayoritarios, en demasiados casos, ceden a las presiones de sus compinches sin sentir el daño que imponen al sector taurino y sin tener en cuenta las obligaciones que les dicta la legislación y la Carta Magna.

El asunto parece haber derivado en qué inquilino de la Moncloa ofrece mayor o menor apoyo al toreo, y no es eso. En realidad el fondo debería limitarse al cumplimiento de los deberes que implica aceptar el cargo de gobernante y a que los toros, como otras materias, gozaran siempre del mismo trato, independientemente de que al mando esté el de un bando o el de otro.

A cualquiera debería resultarle lamentable que un ministro prometa a ciertos trabajadores una paga por desempleo hasta en tres ocasiones sin que surta efecto; que sean necesarios un puñado de escraches y de denuncias para que, al final, se les adjudiquen tres míseras mensualidades de 775 euros sin derecho a cobrar otras ayudas (siendo que en estos momentos hay grupos que reciben prestaciones que concede el Estado y las Comunidades Autónomas que son compatibles y que, dependiendo del número de integrantes de cada familia, pueden llegar a superar fácilmente los 1.000 euros) y, sin embargo, todo eso les ha ocurrido a los profesionales taurinos.

No es de recibo que la subsecretaria de Cultura y Deporte de España afirme que “sobre política taurina el Gobierno no tiene obligación de ampliación o crecimiento”. ¿Es que cuando aceptó el cargo no se leyó la Constitución ni las leyes? Pues lo dejan bien clarito: “La tauromaquia es patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional, y es deber de los poderes públicos garantizar su conservación y promover su enriquecimiento”. No es de recibo que el presupuesto de Cultura crezca un 25% pero deje fuera a los toros. No es de recibo que haya organizaciones ecologistas que gocen de subvenciones estatales millonarias mientras que los ganaderos de bravo, auténticos gestores de las reservas medioambientales, siguen sin recibir ayudas y continúan enviando sus toros al matadero.

Esto no va de un bando contra otro. Va de acatar las ordenanzas. De no avivar el odio, de no dejarse a nadie atrás, de ser honesto y justo. De gobernar para todos los españoles olvidando filias y fobias. De unir, nunca de dividir.

 

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