CARLOS BUENO

Lamentablemente va a ser que no

martes, 24 de noviembre de 2020 · 09:47

Leo atónito y admirado que los nuevos gestores del coso francés de Béziers, además de tener la intención de subir el número de festejos a celebrar en próximas temporadas, pretenden organizar encierros al estilo de San Fermín. El tridente que forman Simón Casas, Olivier Margé y Sebastián Castella dirigirá la plaza gala durante los próximos seis años con loables objetivos empresariales que, sin duda, repercutirán de forma positiva en el impacto económico de la ciudad.

Proponerse realizar encierros en un lugar donde nunca antes se han efectuado es ya de por sí una noticia tan extraordinaria como prodigiosa, máxime en estos tiempos que corren, en los que demasiados políticos se suben al carro de una moda antitaurina que parece querer imponerse. Precisamente por eso, resulta todavía más sorprendente y fascinante que este ambicioso proyecto cuente con el respaldo del alcalde de Béziers, Robert Ménard.

Que los toros a lidiar por la tarde galopen por las mañana por un recorrido callejero dará categoría y honor a los empresarios, pero no les proporcionará ni un solo euro de beneficio. Sin embargo, la ciudad logrará una publicidad inusitada y los comercios, hoteles, restauración y transporte verán cómo sus ingresos se incrementan de forma insospechada, también las arcas de los impuestos municipales.

Que acabara oficiándose un encierro en Francia supondría toda una novedad, y, de lograrse el hito, Béziers sería, después de Pamplona, la segunda mayor ciudad donde los toros corrieran por las calles, que gracias a ello se verían llenas de gente desde las ocho de la mañana.

Hace una docena de años, tras una instructiva y clarificadora charla con gente de bous al carrer de la Comunidad Valenciana, trasladé al entonces diputado de asuntos taurinos de Valencia la idea de promover un encierro que ayudase a promocionar la malherida Feria de Julio. El ciclo más antiguo y antaño más importante del calendario taurino internacional no vivía buenos tiempos y los presagios le auguraban un futuro nada halagüeño, como así ha acabado demostrándose. Los motivos merecerían una tesis y no es éste un artículo para analizarlos, pero tanto entonces como ahora es evidente que hay que aportar ideas si se quiere solucionar su declive.

Llevar a cabo un encierro por las calles de Valencia con final en su plaza de toros hubiese sido un impacto sacudidor e impagable. Hace doce años la situación social no era la actual y la crispación antitaurina no era tan agraz. Estoy convencido de que con una gran dosis de buena intención y mucho trabajo el proyecto podía haber sido una verdad revolucionaria. Pero el plan cayó en saco roto y ahora parece impensable que algo así pueda siquiera proponerse.

Quizá por ello la intención de poner en marcha por primera vez encierros en Béziers me resulta tan impactante y gratificante. Al final queda demostrado que todo en esta vida es cuestión de que impere el sentido común y de la buena voluntad para imponerlo. Una vez más Francia nos da lecciones de ausencia de prejuicios, de mirar por el bien general, de respeto a las libertades y a los derechos de todos los ciudadanos con independencia de ideologías. A ver si en España acaba tomándose toma nota, aunque lamentablemente va a ser que no.

 

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