CAPOTAZO LARGO

¡Menudos héroes!

martes, 29 de diciembre de 2020 · 08:09

Eso tan subjetivo como la “corrección política” metió en el ostracismo al toreo cómico, distracciones infantiles que todos los años se esperaban con enorme expectación que cuentan con dos partes, una dedicada a divertir a los más pequeños y otra en la que se forjaron grandes maestros de la tauromaquia.

Los espectáculos cómico-taurinos tuvieron su origen en las mojigangas decimonónicas y se fueron depurando en el siglo XX con la aparición de personajes como Llapisera, Pablo Celis y su “Bombero torero”, el Empastre, el Toronto o el “Chino torero” entre otros. Hoy prácticamente han desaparecido y algunos jóvenes sólo saben de su existencia por lo que sus mayores les han contado o porque han visto la película Blancanieves de Pablo Berger, donde el cineasta vasco los homenajea de forma magistral.

Ya hace años hubo una primera cruzada política en contra de este tipo de funciones. La razón carecía de fundamento, pues argüía que los espectadores se reían de los actuantes, en su inmensa mayoría personas con acondroplasia, el trastorno que provoca enanismo. Con ese mismo argumento nos hubiéramos perdido a payasos y cómicos como Charlie Rivel, Cantinflas, el Gordo y el Flaco, los hermanos Marx, Fofó, Jim Carrey, Jerry Lewis, Chiquito de la Calzada o Arturo Valls. Y es que, en realidad, la gente se ríe con ellos y no de ellos, que es muy diferente.

Ahora de nuevo se vuelve a la carga con la pretensión de prohibir el toreo cómico. Sergio García Torres, Director General de Derechos de los Animales, así lo solicitó hace sólo unos días asegurando que estos espectáculos fomentan la falta de respeto hacia personas con discapacidad y les denigra. El militante de Podemos se equivoca de principio a fin. Primero porque las personas con displasias óseas y acondroplasia no son discapacitados, y segundo porque nadie se mofa de ellos sino que provocan admiración por su valentía al enfrentarse a astados de su mismo tamaño. Que pruebe el político a lidiar un animal tan grande como él –y además con gracia– y entenderá la diferencia.

Que se sepa, Sergio García Torres no les ha ofrecido una alternativa de trabajo a cuantos quedarían desempleados de llevarse a cabo la prohibición. Que se sepa, el alto cargo colocado a dedo por Pablo Iglesias no contrató a ningún afectado por enanismo para sustituir a las dos trabajadoras de su restaurante a las que despidió cuando se encontraban de baja médica. Que se sepa, no ha destinado parte de los 80.000 euros de su sueldo a cubrir las necesidades de los que pasarían a engrosar el listado del INEM. Que se sepa, nadie de la Dirección General de Derechos de los Animales ha preguntado a los afectados si se sienten mal con su condición de cómicos, elegida con orgullo con independencia de su estatura y condición. ¿Por qué se pretende coartar su libertad para escoger su modo de vida? ¿Acaso no es eso un caso de verdadera discriminación?

El toreo cómico necesita el respaldo del sector taurino, el mismo que poco a poco le fue desterrando de su sistema para apostar por otros festejos menos románticos pero más baratos. Hay que cambiar las tornas porque dejar en manos de los políticos su continuidad es condenarlo a muerte. La tauromaquia se lo debe. Puede que no resulte políticamente correcto, pero es lo justo con esos héroes sólo menudos de talla. Además, el trasfondo real de la cuestión no es la estatura de los actuantes, sino un ataque directo a su vertiente taurina. ¿O alguien lo duda?

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