CARLOS BUENO

Ponce “el renacido”

martes, 11 de agosto de 2020 · 07:49

Sin duda la desbordante afición de Enrique Ponce está fuera de cualquier duda. Las estadísticas hablan a su favor, tanto numérica como cualitativamente. Sus logros no tienen parangón en la historia del toreo. Tampoco su capacidad de reinventarse, de seguir creciendo, de continuar sorprendiendo. 30 años después de su doctorado el maestro de Chiva mantiene la ilusión intacta y su toreo se vislumbra tan fresco como en sus inicios.

La crisis sanitaria y económica que ha provocado el Covid-19 ha dejado una situación más que complicada en todos los sectores de nuestra sociedad, y la tauromaquia no sólo no ha escapado a las consecuencias sino que ha sido una de las actividades más afectadas. Y en estos difíciles momentos, en los que la mayoría de figuras del toreo y de grandes empresarios han escondido la cabeza, Ponce ha vuelto a tomar las riendas de un “carro” que siente suyo, dando de nuevo ejemplo de su compromiso con la profesión.

El valenciano es el torero que más está toreando y que menos trabas pone para anunciarse. Hay quien asegura que todo tiene que ver con otro tipo de situación complicada por la que está atravesando, en este caso personal: la separación de su esposa. Y no sería de extrañar que necesitara salir de la rutina y evadirse de problemas familiares. Pero al aficionado lo que debe importarle es el resultado artístico sobre el albero y no las motivaciones interiores, aunque bien es cierto que el bombardeo amarillista al que nos someten muchos programas de televisión no deja disociar una cosa de la otra.

Es curioso comprobar cómo ahora hay tantos colaboradores de la prensa rosa que conocen perfectamente la vida, obra y milagros de Enrique Ponce cuando hace sólo un par de meses ni pronunciaban su nombre aunque abriese la puerta grande de Las Ventas. Y es que en este país hay demasiados “consumidores” más interesados en la vida íntima de sus congéneres que en el mayor de sus éxitos profesionales por meritorios que éstos sean.

Resulta incuestionable que Enrique y Paloma siempre formaron una pareja con sello de perfección. Y así debió ser su vida durante los primeros años de matrimonio. Pero en algún momento la relación se marchitó. Los motivos sólo deberían incumbirles a ellos, por mucho que un montón de paparachis carroñeros se afanen en contar sus versiones y la audiencia les preste atención con hambre de carnaza. Enrique y Paloma no le han hecho daño a nadie, en todo caso se lo habrán hecho entre ellos y dentro de su entorno. Así es que no se les debería juzgar públicamente como no se juzga a la inmensa mayoría de separados y divorciados que habitan nuestro planeta.

Entre marido y mujer nadie se debe meter, razón por la cual no me importa lo más mínimo si el deterioro conyugal entre Enrique y Paloma es culpa de uno o del otro, sólo me seduce la idea de verle de nuevo en los ruedos más ilusionado y fresco que nunca. Porque así es como le veo, con la raza de siempre y renovada ambición. Se torea como se es y como uno se siente, y a Ponce se le nota contento, desinhibido, feliz… parece haberse liberado de un lastre. Repito que no me interesa saber cuál fue el detonante del desgaste marital, lo relevante es comprobar si su euforia anímica se manifiesta en su toreo como intuyo que está sucediendo. 

La ruptura de la glamurosa pareja ha servido, maldita sea, para que en los dos últimos meses las televisiones se ocupen del asunto taurino más que en las dos últimas décadas. Y el noviazgo del torero con una chica de Almería ha valido para atraer a más gente joven a las plazas. Sin duda todos podrán ver a un Ponce “renacido”. No debería servir de consuelo, pero es así.

 

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