CARLOS BUENO

La cruda realidad

martes, 25 de agosto de 2020 · 08:50

Actualmente hay 160 vacunas experimentales contra el coronavirus. Se afirma que 23 de ellas se encuentran en estado avanzado. Nunca antes la comunidad científica internacional había actuado tan coordinadamente para solucionar un problema. Pero seamos realistas, aunque el despliegue es extraordinario y no tiene precedentes, aún falta un largo camino para lograr el antídoto definitivo con el que hacer frente de manera conveniente a la Covid-19.

El desarrollo de cualquier tipo de vacuna suele llevar años de trabajo antes de superar las fases exigidas por la OMS. Sin embargo, la gravedad de la situación actual ha provocado que empresas privadas y centros de investigación de todo el mundo trabajen a un ritmo frenético y que seis proyectos estén ya en la fase 3, en la que participan miles de voluntarios. En caso de que los ensayos resultaran un éxito la vacuna debería pasar a la fase 4 para reforzar su seguridad y eficiencia, porque la capacidad de mutar que tiene este virus complica todavía más las opciones de triunfo.

El desafío de los científicos es triple: primero acelerar esa relativa lentitud que caracteriza al proceso habitual de desarrollo de cualquier vacuna, después que pueda producirse a una escala nunca antes conocida (varios miles de millones de unidades en el menor tiempo posible) y finalmente asegurar campañas masivas de vacunación. Rusia asegura que su investigación está muy adelantada, pero el instituto que la está desarrollando ha confirmado que todavía no ha completado los ensayos de fase 3. Así las cosas, y situándonos en el mejor de los escenarios, los cálculos más optimistas de los expertos indican que no habrá ningún antídoto viable ni seguro antes de un año.

¿Qué implica todo esto para el sector taurino? Que las condiciones de limitación de aforo en las plazas continuarán a lo largo de la primera mitad de la próxima temporada como mínimo. Este año se han suspendido entre otras las ferias de Fallas, Magdalena, Abril, San Isidro, Pamplona, Bilbao, Santander, Salamanca… y decenas de ciclos primordiales más que han dejado el calendario taurino en un manojo de corridas sueltas y esporádicas. La respuesta de público en estos festejos ha sido por lo general muy buena, completándose la capacidad permitida por las autoridades en la mayoría de los casos. También los índices de audiencia de los espectáculos televisados han sido sobresalientes, lo que indica que la afición tiene ganas de toros.

Pero otro año sin ferias y sin la participación de la mayoría de las figuras del toreo podría ser nefasto para el devenir de la tauromaquia. No se debería permitir que las ciudades se acostumbraran a no celebrar corridas porque cada vez sería más complicada su reinserción. Los grandes empresarios y toreros relevantes tienen que asumir riesgos y echar la “pata p’alante”. Es primordial que se organicen los seriales importantes con carteles de fuste. Ya no vale escudarse en el factor sorpresa que ha supuesto este año el coronavirus y que ha provocado la incapacidad de reacción del empresariado taurino más influyente. A partir ahora hay que mirar el ejemplo de los emprendedores ilusionados que han conseguido anunciar carteles en diferentes puntos de nuestra geografía. Toca rebajar pretensiones, acercar posturas, ser coherentes con el escenario sanitario reinante y consecuentes con la profesión. Hasta que no se valide una vacuna eficaz contra la Covid-19 los toros deben continuar con la máxima categoría posible.

 

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