CARLOS BUENO

Distancia en tiempos de encimismo

martes, 22 de septiembre de 2020 · 08:43

En el toreo de estos tiempos no se lleva la actual recomendación sanitaria de distanciamiento. Más bien al contrario. Los toreros buscan recortar terrenos con el toro de inmediato. Salvo honrosas excepciones, la gran mayoría de faenas están cortadas por el mismo patrón, el del encimismo. Los matadores intentan llevar a cabo sus labores muy cerca del astado, como si eso fuese un signo extra de agallas y dominio. A veces parece que pretenden romper la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos con la escenificación de un baile barroco recargado de vaivenes a diestra y siniestra en el que hombre y animal aparentan fundirse.

Las cercanías son idóneas cuando implican ajuste, cuando el torero se pasa por la faja al toro, algo que no está reñido con dar distancia. Otra cosa bien distinta es empeñarse en meterse en el espacio del cornúpeta ahogando sus embestidas por norma.

Debe ser cosa de coletudos influencers que han impuesto, quizá sin pretenderlo, la moda de torear pegado. Y tiene su incuestionable valor y mérito, pero cuando se practica en exceso va en detrimento de la variedad que siempre fue inherente a la tauromaquia. Ahora cuesta ver faenas como las que dieron fama y categoría a César Rincón y antes a Antoñete. Las de citar de lejos y dejarse venir al astado sin inmutarse. Labores de largos viajes y emocionantes envites. De corazón en un puño y olés eternos. Obras en las que el maestro lucía sin tapujos la condición de un toro que no se sentía avasallado por una muleta que constreñía sus ansias de galope.

Es evidente que para que se produzca este tipo de tauromaquia el animal ha de poseer unas condiciones especiales que no siempre se hacen presentes, como la fijeza, la prontitud, el recorrido, el ritmo… Pero no es menos cierto que en la recién finalizada feria de Nimes han salido un buen puñado de ejemplares con estas cualidades y demasiados de ellos han sido lidiados bajo los mismos parámetros que deberían emplearse con toros de menor alegría en sus acometidas.

El toreo, entre otras cosas más importantes, es técnica, y ésta debe emplearse para que las faenas sean bien distintas a tenor del animal que se sortea y siempre para sacar el máximo partido de él. Intentar imponer la misma lidia sean cuales sean las condiciones del antagonista es un error que merma al propio toro, la emoción, la variedad y, en definitiva, el espectáculo.

Nunca ha de pensarse que el encimismo implica mayor grado de valentía porque no es así. Tan válida es una tauromaquia como la otra, pero dejarse venir un astado desde lejos es de una bizarría fuera de toda duda y adquiere un riego mayúsculo. Luego, respetar espacios durante la labor da aire al toro, que se recupera y se afianza en una lucha más equilibrada.

Sería de desear que pronto se rescatara ese toreo cada vez más en desuso. Lo clásico siempre está en boga porque nunca pasa de moda. La impredecibilidad y la diversidad han de continuar presentes en los ruedos, y todo indica que la situación sanitaria que padecemos conllevará una depuración ganadera ruinosa para muchas divisas pero que provocará un aumento de la bravura que puede favorecer el distanciamiento sobre la arena, porque la crisis imperante está obligando a sacrificar animales en el campo e impone una exigencia mayor en los tentaderos. Sólo los más bravos pervivirán, y seguro que un alto porcentaje de ellos posibilitarán que se recupere la emoción de los cites a distancia, de los cara a cara, de las arrancadas con chispa, de los trancos vivaces, de exhibir al toro, de granjearse admiración, de maravillar al público.

12
1
80%
Satisfacción
20%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia