CAPOTAZO LARGO

Orgullo taurino en tren

martes, 7 de diciembre de 2021 · 07:59

Los damnificados por la erupción del volcán Cumbre Vieja de La Palma merecían otro resultado. La organización en Valencia de un festival benéfico a su favor estaba tan cargada de buenas intenciones como de duro trabajo. Ganaderos de postín donaron sus astados y ocho matadores se jugaron el físico de forma altruista para la ocasión. El emprendedor Gregorio de Jesús hizo una apuesta fuerte pero en su empeño encontró más dificultades y menos respuesta por parte de algunas figuras de lo esperado.

Así, el cartel anunciado tenía alicientes para los más aficionados, esos que, acogiéndose a la célebre frase, “caben en un autobús”, pero no para atraer al gran público en general. A ello hay que añadir la escasa tradición taurina de diciembre, mes elegido para el evento, época de descanso para unos toreros y de campaña americana para otros, y además la poca idoneidad de enclavarlo en el puente de las festividades de la Constitución y la Inmaculada con media España aprovechando para viajar, comprar o evadirse.

Pero aún había otra circunstancia más a la contra, y es que la fecha del festejo coincidía con la celebración de la tradicional maratón valenciana en la que tomaron parte 16.000 participantes, algunos de ellos aficionados a los toros, que inundó las calles de familiares, amigos y curiosos, también muchos de ellos aficionados a los toros, y que mantuvo cerrado al tráfico el centro de la ciudad durante horas. Quizá haber anunciado la función un día antes hubiera ayudado a vender alguna entrada entre las familias de los corredores, más de 6.000 de ellos venidos de 108 países del extranjero y, sobre todo, no hubiese complicado el acercamiento al coso a todo aquel que no viviese próximo a él.

Así las cosas, el público no acudió a la cita, y menos de 2.000 almas se hicieron el ánimo de vencer dificultades para ver a quienes quisieron hacer el paseíllo por La Palma. Evidentemente no era lo que merecían los damnificados por la erupción del volcán Cumbre Vieja ni la imagen que necesitaba la tauromaquia. Sin embargo, el festival y los obstáculos que para llegar a la plaza se encontraron algunos, entre ellos los mismos toreros, dejaron imágenes curiosas y simpáticas que sirvieron para promocionar y difundir el toreo.

Víctor Puerto estaba hospedado en un hotel de la vecina localidad de El Puig, apenas distanciado 18 kilómetros del coso taurino. En circunstancias normales el trayecto en coche no sobrepasa los 20 minutos, pero el organizador del festejo le advirtió que, debido a los cortes circulatorios impuestos por la maratón, debía salir con dos horas y media de antelación para llegar a tiempo al patio de cuadrillas. Ante tal situación, el matador tomó la decisión de coger el tren, ya que la estación de destino está junto a la plaza de toros. Víctor y su cuadrilla, vestidos de corto, calzando botos camperos y con sombrero cordobés, subieron al ferrocarril con orgullo taurino ante la atónita mirada del resto de viajeros, alguno de los cuales aprovechó para hacerse fotos junto a ellos. A su llegada a Valencia, los toreros tomaron café en el bar de la Estación del Norte mientras el asombro continuaba, y caminando entre los espectadores de la maratón llegaron al coso de la calle Xàtiva.

Estampa añeja; descarada vanidad; satisfacción torera. Imagen anacrónica y a la vez natural; pertinente y conveniente en un tiempo en el que ser taurino parece que deba esconderse. Quizá alguno de los usuarios del tren que se encontraron de forma sorpresiva con Víctor Puerto en el vagón, el año que viene se decida a ir a los toros.

 

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