CAPOTAZO LARGO

La manida unidad

martes, 27 de abril de 2021 · 06:38

En este galimatías actual de propósitos de dar toros y de golpes contra la realidad de programación, de autorización de aforos superiores al 50% y de rechazo de solicitudes para organizar espectáculos taurinos, de diferentes permisividades según se trate de teatro, cine, conciertos, tenis o tauromaquia… un minúsculo número de festejos salpican la geografía de una España fraccionada en 17 Comunidades Autónomas, 17 territorios heterogéneos con distintos derechos y obligaciones. También la sociedad se disgrega en grupos de variopinto pelaje y tolerancia, y el toreo hace lo propio, una desunión de la que, por otra parte, siempre pecó.

La unidad es un concepto manido, gastado, trillado. Un deseo expresado con vehemencia desde tiempos inmemoriales que dentro del sector taurómaco nunca llegó a producirse. Es más, dudo que en algún momento alguien tuviese la seria convicción de que pudiera convertirse en un hecho. Seguramente ha sido así porque nadie ha acertado con la clave para que sea una realidad. Buenas intenciones siempre las hubo, seguro, pero la realidad acabó imponiéndose una y otra vez. Porque, ¿qué tienen que ver los intereses de los empresarios con los de los picadores? ¿O los de una figura del toreo consagrada con los de un chaval que quiere abrirse paso para destronarle? Ni siquiera entre apoderados las pretensiones van por el mismo camino.

A lo largo de la historia de la tauromaquia, especialmente en las últimas décadas, vieron la luz proyectos, planes y asociaciones con la clara intención de aglutinar voluntades, defender al sector y hacerlo fuerte, aunque su intensidad fue tan fugaz como el suspiro que los profesionales permanecieron cohesionados. Y, quizá porque se vivían tiempos de esplendor monetario, todo seguía funcionando como si tal cosa, con pequeños problemas internos que no acababan de trascender ni de impedir que el show continuara.

De entre todas las propuestas que se han producido en este sentido, la Fundación del Toro de Lidia ha sido la que mejor ha resultado y más logros está consiguiendo, probablemente porque la crisis económica en la que nos ha sumido la pandemia de coronavirus ha agravado las dificultades y ha concienciado de la necesidad de remar todos juntos. Sin embargo, no faltan voces críticas que cuestionan su funcionamiento, su falta de transparencia o su política de comunicación. Eso es algo lógico, porque sólo se juzga a quienes hacen algo, y, con sus aciertos y sus errores, la Fundación está manos a la obra. Aún así, los desacuerdos que algunos profesionales han manifestado con su forma de proceder, han provocado que aparezcan nuevas organizaciones con similares intenciones unificadoras y defensoras.

La última lleva por nombre Fundación De Luces, y parece buscar lo mismo que la del Toro de Lidia. Su primer objetivo es allanar el camino de los novilleros para que haya futuro. Sería de desear que los de antes, los de ahora y los que puedan seguir surgiendo, trabajen para que las novilladas sean viables económicamente por sí mismas. Recaudar fondos para continuar pagando los mismos impuestos que hasta ahora parece un error. Entre otros asuntos, el éxito de su labor radicaría en conseguir una reducción tributaria para este tipo de festejos de formación.

Evidentemente a todos nos gustaría que la unión fuese una realidad. Que se trabajara codo con codo. Que España fuese un país en el que los habitantes de los 17 territorios que lo conforman tuvieran la posibilidad de emocionarse con la tauromaquia del mismo modo. Pero ya se sabe que la unidad es un concepto manido.

 

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