CAPOTAZO LARGO

Apoderamientos, prohibiciones y Ponce

martes, 13 de diciembre de 2022 · 08:31

Cada vez que concluye una temporada taurina, los resultados y crónicas de cuanto ha ocurrido sobre la arena dan paso a otro tipo de noticias relacionadas generalmente con apoderamientos, administraciones, actividades de peñas y premios. Todavía no hemos entrado en el invierno y los comunicados se han sucedido a un ritmo especialmente vertiginoso en comparación con años anteriores. Sin duda ha sido un otoño muy movido en materia de cambios de apoderado que, hasta el momento, se cuentan por decenas.

De entre ellos me sorprenden tres casos en particular. El primero el de Antonio Ferrera, con quien Cristina Sánchez ha zanjado una relación que apenas ha durado una campaña. El segundo el de Juan Ortega, que se va con José María Garzón dejando de lado la “comodidad” que suponía estar junto a Simón Casas. Y el tercero, precisamente por todo lo contrario, el de Talavante, que se aleja de la independencia que le daba Joselito para situarse bajo el paraguas de Simón Casas, cuya tela de araña, en solitario o con diferentes socios, abarca un puñado de las plazas de mayor repercusión en España, Francia y Méjico.

Me decía un buen amigo que en los toros ya se ha perdido el romanticismo. Y, en líneas generales, pienso como él. Lo más conveniente para el espectáculo y para los aficionados, que son quienes de verdad sustentan el negocio, sería que la figura del representante de los toreros se dedicara a uno de ellos en exclusiva y sin lazos con el empresariado. Pero esa circunstancia ya hace mucho tiempo que está asumida como una quimera. Quienes han de dar el paso y abandonar parte de sus facetas y, por tanto, de sus ingresos, no lo van a hacer. Así las cosas, aunque siempre hay algún coletudo idealista y comprometido, al final, la inmensa mayoría acaba sucumbiendo al sistema y abonándose a lo más fácil, seguro y rentable, sobre todo cuando se alcanza un estatus que permite elegir.

Otra noticia alarmante de los últimos días es la nueva victoria de los animalistas colombianos en Bogotá, que volverá a quedarse sin toros por segundo año consecutivo, lo que se une a la suspensión definitiva de los espectáculos taurinos en la Monumental de Méjico, la plaza más grande del mundo. En ambos casos se ha hecho prevalecer un dictamen local sobre la ley nacional. Y lo extraño no es que se hayan perdido dos cosos de tanta relevancia, sino el silencio sumiso del organigrama taurómaco internacional. No hay solidaridad hermana entre países taurinos. Sin duda falta un ente global, defensor activo y capaz.

En otro orden de cosas, estamos en tiempos de entregas de premios, de charlas, tertulias, homenajes y multitud de actos organizados por peñas que, con ellos, mantienen el ambiente taurino en época de frío y de sequía en los ruedos. Hace sólo unas fechas, Enrique Ponce reaparecía ante la afición valenciana para apadrinar el poemario “Más allá de la palabra” de Paco Villaverde, un hecho que honra al torero de Chiva, siempre tan fiel a sus amigos y a la palabra dada, incluso ahora que prefiere permanecer alejado de los focos mediáticos.

Tras su participación en la gala, Ponce fue inquirido sobre la posibilidad de volver a vestir alamares. Era cuestión inevitable. Enrique aseguró que actualmente se divierte toreando alguna becerra en el campo y que no lo tiene en mente, pero que no podía asegurar que, en un futuro, sintiera la necesidad de enfundarse de nuevo el traje de luces. O sea, que no zanjó el tema y dejó todas las puertas abiertas.

Con independencia de que el adiós del maestro sea definitivo o pasajero, no cabe la menor duda de que Valencia le debe un homenaje sentido por parte de todos los estamentos taurinos y también de su sociedad. Sin duda se trata de una de las figuras del toreo más importantes de la historia y la que mayor notoriedad le ha dado a la capital del Turia. Si sus estadísticas son apabullantes, sus logros artísticos lo son más, y su calidad humana va a la par. Será difícil rendirle un tributo a la altura que merece, pero habrá que intentarlo, al menos de forma íntima. Honores a Enrique Ponce.

 

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