CAPOTAZO LARGO

Sobresalientes y lógica

martes, 12 de abril de 2022 · 06:50

Los sobresalientes suelen ser toreros cuyo momento de levantar expectación ha pasado. La inmensa mayoría ya no persiguen una oportunidad para encumbrarse sino que continúan relacionados con el mundo taurino sin dedicarse en exclusiva a ser matadores de toros. Algunos podría decirse que se han especializado en ser sobresalientes, y están en el lugar preciso y en momento justo cuando se requiere su contratación. Así consiguen un sueldo digno y una valiosa cotización a la Seguridad Social que les viene muy bien a la hora de la jubilación.

Siempre que se organiza un mano a mano el reglamento taurino obliga a la presencia de un sobresaliente, y en el caso de una corrida en solitario su número ha de ser de dos. Lo habitual es que el sobresaliente no tenga que actuar. Sólo debe hacerlo en caso de que el torero anunciado sufra un percance que le impida continuar la lidia. Tanto la programación de un mano a mano como de un festejo en solitario obedecen al interés que levantan en ese instante los matadores acartelados, evidentemente toreros que están en su mejor forma.

El pasado Domingo de Ramos, Emilio de Justo hizo el paseíllo en Las Ventas para estoquear seis toros de diferentes encastes, todos de una seriedad imponente. El diestro extremeño lleva años haciendo temporada, su estado es perfecto, y además se había preparado para la cita de forma exhaustiva. Un acontecimiento tan importante requiere una instrucción física equiparable a la de un deportista de alto rendimiento y una disposición psicológica no menos intensa. Es lógico que los sobresalientes no estén entrenados ni motivados al mismo nivel.

Emilio resultó cogido por el primero de la tarde y el primer sobresaliente, Álvaro de la Calle, tuvo que hacerse cargo de lidiar y estoquear a los cinco animales que quedaban en chiqueros. El diestro salmantino lo hizo más que dignamente con un pundonor, una entrega y una solvencia elogiables, lo que podría catalogarse prácticamente de un milagro, porque enfrentarse a cinco ejemplares del trapío de Madrid y con la rigurosidad de sus tendidos sin previa concienciación y salir bien parado es digno de admiración y de reconocimiento.

Pero en los toros no todo se reduce a sentir admiración y a mostrar voluntad. El público exige en diferente medida a unos toreros y a otros según su estatus y la plaza donde actúan. Quienes acudieron el Domingo de Ramos a Las Ventas querían ver a Emilio de Justo y acabaron encontrándose con Álvaro de la Calle. Las circunstancias mandan y el reglamento lo dictamina así. Quizá sólo nos acordemos de la normativa cuando las cosas no ruedan como estaba previsto, y este es uno de esos casos.

Lo primero que uno piensa es que la labor de sobresaliente debería desempeñarla alguien joven, que tenga cosas por decir y demostrar, con hambre de triunfo. Alguien a quien el suceso le pueda servir de oportunidad. Entiendo que el orgullo de muchos toreros les impide aceptar el encargo, pero eso nunca debería implicar un menosprecio sino un orgullo.

Del mismo modo que, en el caso de una corrida en solitario en la que hay dos sobresalientes, lo más racional sería que, en vez de actuar sólo uno de ellos, ambos se alternaran en las lidias de los diferentes astados. Eso ayudaría a la mentalización de los intervinientes antes de tener que vérselas con cada toro, comportaría una variedad interesante para el público y significaría una doble ocasión para mostrarse y para triunfar.

Lo sucedido el Domingo de Ramos en Madrid debería significar un punto de inflexión para revisar el reglamento.

 

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