CAPOTAZO LARGO

El Juli roto, la Fiesta viva

martes, 17 de mayo de 2022 · 07:26

Caía la noche sobre la plaza de Las Ventas de Madrid. Los toreros atravesaban su largo ruedo inmersos en un ambiente denso que apenas les dejaba ver la salida, una puerta de cuadrillas que se antojaba más lejana que nunca. Aguado, inmiscuido en sus pensamientos, se preguntaba por qué le había podido la presión. Morante asumía la exigencia exacerbada que demasiadas veces se les impone a las figuras en la capital. Y El Juli, con los ojos vidriosos y la cara sonrojada de tanto intentar contener las lágrimas, iba roto, incapaz de disimular la rabia. Rabia de haber perdido lo que tenía ganado. Aunque el éxito, aún sin un abultado botín numérico de orejas, ya nadie se lo podía arrebatar.

El Juli había conquistado el respeto, la admiración y el reconocimiento de una afición dura, la más estricta del mundo. Se lo dejaron claro ante su primer ejemplar: con un toreo como el que había efectuado días antes en Sevilla no iba a triunfar. Lidió muy bien a ese animal. Gusto, compás y despaciosidad con el capote. Temple sublime y ligazón con la muleta. Mató por arriba a un toro de La Quinta que fue extraordinario. La faena del madrileño resultó exacta, perfecta, pero sólo se le pidió un apéndice. Muchos pensaron que merecía dos, pero 24.000 almas no pueden estar equivocadas. La afición de Madrid valora algo más que la pulcritud. Para conquistar Las Ventas se tienen que fundir factores como la raza, la fibra y hasta la épica, y de eso adoleció la primera labor de Julián, que toreó con una sencillez de tentadero. Hizo fácil lo difícil y eso jugó en su contra.

El panorama cambió con la salida del quinto de la tarde, un astado complicado que no se definió en los primeros compases, que se fue a la barriga del torero en un par de ocasiones y que siempre tuvo un punto de incerteza. Apostó el de Velilla por citarlo con autoridad en la corta distancia y el toro respondió con profundidad, siempre sometido a un mando férreo. Se cruzó el diestro a pitón contrario en los cites y no escondió la pierna de salida en ningún momento, algo que el público de la capital valora de forma sobresaliente. Hubo disposición, transmisión, abandono y verdad. Rugió como pocas veces lo hace Las Ventas, entregada al toreo desnudo y sincero, dispuesta a abrirle su puerta grande con más honores que nunca antes. Pero falló El Juli con el estoque hasta en dos ocasiones.

No hubo orejas, pero la rendición se había producido. Máxima consideración al maestro. Asombro, entusiasmo, tributo a él sin la foto a hombros. Soñaba con ella Julián como si estuviera comenzando. Metió la cabeza en la tronera del burladero y rompió a llorar de rabia. Era la imagen de la tarde. Lleva toda la vida toreando y 24 años como matador, pero su ambición permanece intacta. Un ejemplo para todos. Muchas veces nos quejamos del conformismo que impera en el escalafón. No es el caso. Con toreros inconformistas y comprometidos hay futuro. Con El Juli roto la Fiesta sigue viva.

Sucedió en Madrid porque no podía ocurrir en otro coso. Las Ventas fue, es y seguirá siendo la plaza más rigurosa del orbe taurino, a veces hasta injusta, quizá por ello es la única donde sigue valiendo un éxito como en ninguna otra. Sobre su arena se producen las oposiciones más severas del mundo. ¿Quién dijo que esto era fácil? A finales del siglo XIX, en sus aledaños ya se vendían pitos para silbarle a Rafael Guerra ‘Guerrita’, por aquel entonces la máxima figura del toreo. Nada ha cambiado. Quien es capaz de sobreponerse a las adversidades y convencer al respetable se corona. El Juli, como tantos otros antes, lo volvió a hacer el pasado 11 de mayo.

Una corrida de toros se rige por las mismas reglas en Bilbao, Sevilla, Valencia, Madrid o Villamalea, pero tiene diferente aceptación, desarrollo y desenlace según la idiosincrasia de cada plaza. En unas debe existir el triunfalismo porque la Fiesta es alegría. Pero en otras ha de imperar la exigencia porque es lo que da sentido al toreo. Si algún día Madrid acaba convirtiéndose en Villabajo del Condado estaremos perdidos. De momento, el coso de la calle de Alcalá ha señalado a Julián López como uno de los grandes, y eso, con independencia del número de orejas cortadas, todavía sirve.

 

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