CAPOTAZO LARGO

Contra el pesimismo

martes, 31 de mayo de 2022 · 07:42

Opino con total sinceridad que el mundo de los toros necesita ciertos cambios que, sin alterar su esencia y liturgia, lo readapten a los tiempos actuales. Demasiadas veces me desquicia el inmovilismo imperante en el sector profesional. No estoy del todo convencido de que eso me induzca al pesimismo o que simplemente se trate de realismo. Lo cierto es que en muchas ocasiones pienso que la tauromaquia va apagándose poco a poco sin que los interesados miren a largo plazo e intenten poner remedio inmediato. Hay sobrados datos que avalan ese argumento, como la desaparición de poblaciones que organizaban festejos mayores, que han pasado de ser más de 900 a menos de 380 en 15 años, o la reducción galopante del número de corridas celebradas, que ronda una pérdida del 60% en dos décadas.

Pero dentro de la triste preocupación que a veces me invade, siempre surgen nuevos alientos que me sacuden del abatimiento y vuelven a levantar mis expectativas. La irrupción con fuerza de valores jóvenes es, sin duda, uno de los acicates. El toreo parece renovarse cíclicamente con la aparición de nombres que despiertan el interés de los aficionados y hasta de la sociedad. A pesar de que gozamos de un elenco de primeros espadas de incuestionable valía, siempre se echa de menos la llegada de chavales que aporten frescura, diversidad y renovación al escalafón y que consigan atraer al público hasta las taquillas.

Eso, afortunadamente, está ocurriendo en la actualidad. A las figuras consagradas hay que añadir el enorme aliciente que han aportado matadores como Ángel Téllez, a quien su paso por Madrid le ha convertido en una de las sorpresas más ilusionantes del momento, y sobre todo Tomás Rufo, que se ha posicionado de forma inmejorable después de ratificar sus éxitos de Castellón y Sevilla. A ellos se les unen toreros que, sin ser novedad, siguen siendo muy jóvenes y continúan disfrutando de un halo de primicia, caso de Román, José Garrido, Álvaro Lorenzo, Gonzalo Caballero, David de Miranda, Francisco José Espada, Leo Valadez… quienes, aún sin triunfos rotundos, han demostrado en Las Ventas que tienen mucho que decir y que aportar, como seguro seguirá sucediendo en lo que queda de feria de San Isidro. No me olvido de Ginés Marín, que goza ya en una situación de mayor privilegio.

A la lozanía de ese elenco de coletudos, hay que añadir la de una marabunta de aficionados que han inundado el albero venteño en cada una de las dos puertas grandes que, hasta el momento, han abierto los de a pie en el actual ciclo isidril. Resultó tan sorprendente como emocionante comprobar la corta edad de quienes espontáneamente saltaron al ruedo para izar en hombros y acompañar a sus ídolos. Ese es el mejor termómetro para dictaminar que hay afición, que hay futuro por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario, por mucho que ciertos dirigentes políticos intenten minar la entrada de menores a las plazas de toros para cortar la cadena del relevo generacional.

Y a las nuevas ilusiones que me sacuden del abatimiento para volver a levantar mis expectativas, quiero añadir la disposición de algunos maestros consagrados.

Hace sólo unos días estuve en el singular coso de Bocairent, un recinto que apenas afora 3.700 localidades y con escasa repercusión en el orbe taurino. Poco pareció eso importarles a Paco Ureña y Roca Rey, que salieron a ofrecer su mejor versión lejos del conformismo y siempre con una entrega fuera de toda duda. Hubo sinceridad en su toreo, asentamiento, verdad. Pensaron que quienes habían pagado para entrar a aquella pequeña placita valenciana tenían el mismo derecho a ver su mejor versión que los que pueblan los tendidos de cualquier plaza de primera categoría. Eso les honró y es un argumento a agregar contra los pensamientos pesimistas… o realistas.

 

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