CAPOTAZO LARGO

¿Pervivirá Julio así?

martes, 19 de julio de 2022 · 08:07

Que la Feria de Julio de Valencia está en declive no es nada nuevo. Las modas, los gustos y las preferencias sociales la relegaron a un segundo plano al tiempo que aupaban la de Fallas. El calor estival, el atractivo de las playas y la falta de ambiente festivo en las calles de la ciudad provocaron el decaimiento del ciclo más antiguo de la tauromaquia, y otrora el más importante, hasta convertirlo en una serie de funciones incómodas para el empresariado, que no logra dar con la tecla que le devuelva el interés suficiente para consolidarlo y rentabilizarlo.

No hay un único culpable de la situación actual, a la que se ha llegado por una concatenación de desidias históricas, tanto de los empresarios, como de la propietaria de la plaza, como de los propios aficionados, y nadie tiene la fórmula exacta para conseguir que el público regrese a los tendidos. Lo que se intuye fundamental es que se anuncien festejos del interés de Valencia e invertir en una promoción fuerte que los visibilicen por doquier, algo que no ocurrió durante el serial fallero y tampoco en el juliano.

El apartado ganadero es clave en la lucha. En esta ocasión la falta de trapío provocó demasiados problemas en los reconocimientos y aportó nerviosismo en los corrales. Finalmente, al coso valenciano saltaron algunos ejemplares desiguales de presentación y bizcos de pitones, inapropiados para una plaza de primera categoría, para más inri con una generalizada falta de bravura.

Tampoco es lógico que en un coso de importancia suene la música sin ningún mérito, hasta el punto de que varios fueron los matadores que solicitaron a la banda que dejase de interpretar durante sus actuaciones. Lamentable. No ayudó a imponer rigor la disparidad de criterios de los presidentes, que otorgaron orejas después de faenas cargadas de buena voluntad pero sin un mínimo temple, cuando no rematadas de bajonazos infames; que cambiaron tercios de banderillas sin estar clavados los rehiletes reglamentarios y que concedieron la vuelta al ruedo a toros sin haber sido picados de forma pertinente.

Como es tradicional, la última Feria de Julio dio inicio con la desencajonada de los astados que después deberían lidiarse, aunque la mayoría de ellos fueron rechazados por los veterinarios y sustituidos por otros diferentes. Recuerdo que cuando era niño iba con mi abuelo a esta función que concitaba tal interés que la plaza se llenaba año tras año. Ahora apenas se ocupa la mitad del aforo. No parece mala idea volver a anunciar un espectáculo cómico-taurino o una becerrada para alumnos de la escuela taurina tras el desenjaule, lo que ayudaría a atraer savia nueva, y dejar el festejo popular de recortes para otra jornada con su público natural.

La organización de dos clases prácticas en horario nocturno tras las corridas del viernes y sábado sirvieron para agotar a un público que abandonaba sus localidades casi a las diez de la noche y tenía que volver a entrar media hora después, sin tiempo para refrescarse y cenar con una mínima tranquilidad. ¿Tan absurdo es que se celebren el fin de semana previo como preámbulo a la feria?

Por otra parte, una plaza como la de Valencia debería contar con los servicios de la Cruz Roja para velar por los espectadores y, en caso de ser necesario, trasladarlos a la enfermería. No se antoja lo más apropiado que el cirujano jefe del equipo médico deje de estar atento a la lidia y trepe desde el callejón hasta el tendido para atender una lipotimia, como ocurrió.

Resulta incuestionable que la Feria de Julio no goza del esplendor que algunos desearíamos, y es labor de todos intentar devolvérselo si es que de verdad se pretende que perviva. Hay tantos flancos por los que comenzar a trabajar…

 

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