CAPOTAZO LARGO

Sevilla, bocanada de aire taurino

martes, 25 de abril de 2023 · 06:00

Que Sevilla tiene un color especial puede sonar a tópico. Pero es cierto. Su sol y su cielo patinan la ciudad de un brillo muy particular. Su aire es una paleta arcoíris que lo impregna todo. Las mujeres lucen su feminidad con tintes estampados, con motas policromadas. Bajo sus trajes pastel los hombres se anudan corbatas coloreadas y extrovertidas. La elegancia desenfadada es norma habitual. Entras en la capital bética en época de feria y los escaparates lucen vistosos motivos taurinos. Hay carteles de La Maestranza por doquier, también publicidad de los toros en marquesinas, postes, vallas, en el tranvía. En multitud de bares cuelgan fotos de toreros de todas las épocas que invitan a comer pescaíto rodeado de tantas figuras del toreo históricas.

En general el sevillano es guasón con gracia y, por norma habitual, acogedor. Habrá quien difiera y prefiera la seriedad. Pero yo, que comencé a ir a la Feria de Abril hace 26 años, lo agradezco. Agradezco desconectar de la formalidad habitual de otros lares, jartarme de reír con sentencias inesperadas, tomarme un fino, una manzanilla y no sé cuántos rebujitos mientras hablamos de toreros de arte. Agradezco su alegría y su hospitalidad. Y agradezco pasar unos días rodeado de ambiente taurino vivido con orgullo.

En mi Valencia, que es maravillosa, no impera esa forma de vida en la calle, en los bares, con los amigos, disfrutando de aficiones y dejando los problemas a un lado siempre que es posible. En mi Valencia no existe ese ambiente taurino sin complejos. Todo lo contrario. Encontrar publicidad taurina en la capital de Turia es misión imposible porque, entre otras cosas, el actual equipo de gobierno del ayuntamiento pone todas las trabas posibles.

He pasado tres días en Sevilla y me ha parecido vivir en un gratificante oasis taurómaco. Su televisión autonómica daba la crónica diaria de lo acontecido sobre el albero del coso del Baratillo, algo que se me antoja lo normal por cuanto a respetuoso con todos los gustos y fiel a la actualidad se refiere. Por el contrario, en la televisión valenciana no aparece un segundo que tenga que ver con toros. Nada durante las ferias de Fallas y Julio. Y nada de las multitudinarias celebraciones que se llevan a cabo en 259 municipios de la Comunidad, donde sólo el año pasado se realizaron 8.702 festejos de Bous al carrer, lo que comporta un impacto económico de 300 millones de euros. Pero eso, la sesgada y dictatorial televisión autonómica lo esconde porque quienes la manejan son antitaurinos, parciales e impositores de su pensamiento.

Quizá esa rabia contenida que me corroe provoque que cada mes de abril espere con ansia e ilusión pasearme por Sevilla para disfrutar de su color y de su acogida, de su guapura y de su ironía, de su cervecita muy fría y de sus tapas de choco, de su ambiente que es una bocanada de aire taurino que me recarga las pilas de la afición. En esta ocasión he tenido la suerte de ver in situ una Puerta del Príncipe y una faena de quilates. Algunos dirán que La Maestranza ha bajado un punto el listón de su exigencia, y probablemente tengan razón. En los últimos 25 años la plaza ha perdido una “miajita” de personalidad porque el número de abonados decayó alarmantemente. Pero, aún así, da gusto sentarse en sus estrechas localidades para disfrutar de una tarde de toros especial, con un respeto mayúsculo, diferente a cualquier otra que pueda vivirse en el resto de cosos.

La próxima parada será Las Ventas, muy distinta en todo. En Madrid no hay farolillos ni recinto ferial. Eso provoca que todo sea menos festivo y más tenso, y que la plaza sea seria y exigente, que es necesario. Será otra cosa, también interesante y satisfactorio. Pero añoraré el ambiente hispalense. De hecho acabo de llegar a casa y ya lo añoro.

 

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