CAPOTAZO LARGO

Morante y el interés por los toros

martes, 2 de mayo de 2023 · 10:07

Los antitaurinos se empeñan en hacer creer a la opinión pública que los toros ya no interesan. Insisten una y otra vez en que se trata de algo desfasado, del pasado, distante de los gustos actuales. Es una forma de sugestionar a la gente. Su superioridad moral, su posesión de la verdad única, les induce a intentar imponer sus dogmas y gustos sin respeto a quienes no piensan como ellos. Pero uno mira la extraordinaria ocupación que día tras día ha registrado La Maestranza durante la feria de Abril –a pesar de los altos precios que costaban las entradas– y se desengaña de tanta falacia vomitada por los abolicionistas dictatoriales.

Y dentro del ciclo abrileño, hubo una tarde señalada que ejemplifica el interés que en pleno siglo XXI tiene el toreo, la del 26 de abril, cuando el mago Morante de la Puebla detuvo la historia de la tauromaquia con una faena que cambiará el curso del arte de torear. Que José Antonio Morante cortase un rabo en el coso del Arenal después de 52 años es, sin duda, algo histórico. Pero más impresionante resultó comprobar el fervor espontáneo de miles de personas que se echaron al ruedo para tocar al ídolo, para izarlo a hombros, para sacarlo por la Puerta del Príncipe, para colapsar las calles de Sevilla y llevarlo hasta el hotel en volandas mientras coreaban su nombre sin desaliento. Emoción, trastorno, entusiasmo, catarsis, adulación, rendición, entrega, conmoción, impacto imborrable… todo eso y mucho más significó la actuación del singular artista y la posterior celebración popular que le trasladaba en procesión natural y sincera.

Tienen razón los antis cuando afirman que los toros son algo del pasado, porque es cierto que su ceremonia se pierde en los anales de la historia. Pero pretenden engañan cuando hacen creer que ya están desfasados, porque sólo hay que echar un vistazo a quienes inundaron el albero maestrante para adorar al dios torero, jóvenes sin prejuicios y alejados de manipuladores malintencionados. Sólo hay que mirar al chaval que, agarrado a la columna de la Puerta del Príncipe, esperaba que pasara muy cerca suyo el creador de La Puebla, soñando con rozarle aunque fuese con un solo dedo.

Debería valer una tarde tan significativa para que más de un político manipulador tuviese la vergüenza y la decencia de callarse. Los hechos hablan por sí mismos y desmontan tantas falacias vertidas contra la tauromaquia. Debería valer una tarde tan significativa para que más de un medio de comunicación le diese al toreo el espacio que merece como segundo espectáculo de masas de este país, como arte de las artes, como historia y tradición, como motor económico, como tesoro medioambiental de fauna y flora, como ceremonia ritual y litúrgica que sigue interesando al pueblo de forma ferviente.

La tauromaquia interesa en las plazas y en las calles. El último fin de semana se celebraron en distintas poblaciones de mi tierra valenciana multitud de festejos de toros en la calle que congregaron a miles y miles de personas. No hay peor ciego que el que no quiere ver, y lo más preocupante es que quienes no quieren verlo tienen poder para legislar en contra de la voluntad del pueblo. Pronto habrá elecciones, y sería de desear que acudiésemos a las urnas para demostrar que mandamos los ciudadanos, para votar con responsabilidad, para elegir de forma consciente, reflexionada y convencida a quienes pensemos que van a gobernar para nosotros y junto a nosotros, no por encima de nosotros.

 

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