CAPOTAZO LARGO

Las Ventas: impredecible e inmediata

martes, 23 de mayo de 2023 · 07:50

Siempre se ha afirmado con rotundidad que la tauromaquia es justa y que el toro acaba poniendo a cada cual en su lugar. Aunque estoy convencido de que en la gran mayoría de los casos sucede así, tengo mis dudas acerca de que esta aseveración sea totalmente cierta. Es evidente que todos los toreros gozan al menos de una oportunidad importante para mostrarse y posicionarse. Pero no es menos real que hay a quienes se le brindan muchas más ocasiones que a otros. Los motivos son variados, pero esa es cuestión para otro análisis.

En Francia, muy preocupada por premiar a los triunfadores y castigar a quienes defraudan, no ocurre con tanta frecuencia como en España, pero de los Pirineos para abajo ya nos hemos acostumbrado a que muchas ferias repitan una y otra vez ganaderías decepcionantes, incluso coletudos indolentes. También a ver cómo se deja fuera de los carteles a matadores que han hecho muchos más méritos que otros para estar anunciados. Rafaelillo es uno de esos casos que duelen en más de una plaza, como la de Valencia. También Escribano, que no ha visto su nombre incluido en San Isidro.

Aún así, siempre se ha de estar preparado para hacer el paseíllo en el momento menos esperado. Ya se sabe que hay ocasiones en las que “unos las firman y otros las torean”. Cualquier percance puede dejar parado a un compañero y otro tendrá la posibilidad de sustituirle. Y si se produjera el triunfo, debería traducirse en gozar de una mínima continuidad. Pero repito que la justicia no siempre impera en el mundillo taurino.

De entre todas las plazas, sólo la de Madrid es capaz de poner a circular a un torero con una sola actuación. La historia está llena de casos de diestros aparcados que se reincorporaron al circuito tras un éxito rotundo en Las Ventas, y también de jóvenes desconocidos para el gran público que vieron como se lanzaban sus carreras gracias a la conquista de la arena madrileña. El año pasado, sin ir más lejos, Ángel Téllez y Francisco de Manuel, por ejemplo.

Y es que la tauromaquia es impredecible. Ese es uno de sus alicientes. Aunque algunas veces la expectación acabe en decepción, en otras ocasiones hay sorpresas totalmente inesperadas que emocionan e ilusionan. La tauromaquia también es inmediata. En apenas 10 minutos uno puede encontrar la llave para salir de la pobreza. Basta una faena impactante para obtener de golpe un premio gordo. Dos orejas, puerta grande, pasaporte a la gloria. Ninguna otra actividad recibe una recompensa tan rápida. Porque, además, la tauromaquia es democrática. Siempre lo fue, en tiempos de absolutismo, de república y de dictadura. Manda la voluntad de la mayoría que ocupa los tendidos, no hay que esperar a la deliberación de tribunales y jurados.

El último caso de revitalización que ha provocado Las Ventas es el de Castella, quien, tras un vacilante inicio de temporada, hace unos días convenció a la mayoría del público para que solicitara la recompensa inmediata de la salida a hombros y con ello su campaña adquiere una plusvalía en interés.

No estoy convencido de que Madrid sea siempre justa y equitativa con todos los toreros. De lo que estoy seguro es de que su plaza es la única que puede hacer justicia con cualquiera de forma inminente. Sigo sin atreverme a aseverar que la tauromaquia es totalmente imparcial, íntegra y ajustada, pero el toro de Las Ventas es la piedra sobre la que cada torero va ocupando su lugar. Ellos lo saben, por eso es el coso donde siempre muestran una disposición y un compromiso especiales.

 

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