CAPOTAZO LARGO

Novilladas: sorpresa y apuesta

martes, 18 de julio de 2023 · 06:29

Las novilladas siempre tuvieron algo especial para los aficionados; quizá la unión de los factores sorpresa y apuesta, dos elementos que no suelen estar presentes en las corridas que anuncian a los nombres más sonoros del escalafón. Cuando se va a los toros al reclamo de las figuras del toreo, uno sabe a ciencia cierta qué va a ver. El comportamiento del astado o la falta de inspiración del torero podrán descomponer el guión previsto, pero los asistentes conocen de sobra las cualidades, estilos y capacidades de cada matador. Sin duda, la mejor opción para la concurrencia esporádica que busca salir henchida y satisfecha de la plaza habiendo visto cortar un botín de orejas, es acudir una tarde de campanillas.

Por el contario, sacarse una entrada para presenciar una novillada comporta cierto riesgo en materia de rentabilidad artística. Por lo general, la mayoría de novilleros son bastante desconocidos para el gran público. Los espectadores más avezados tienen referencias de ellos pero resulta imposible haberlos visto actuar con asiduidad. Primero porque el número de festejos menores ha descendido alarmantemente en los últimos años, y segundo porque la retransmisión de este tipo de espectáculos se produce en cuentagotas. Y cuando se trata de una becerrada para alumnos de escuelas de tauromaquia, la inseguridad resulta todavía más evidente.

Así las cosas, sólo los más devotos del toreo y los seguidores de los chavales acaban acudiendo al reclamo de de las funciones novilleriles, en las que, sin duda, confluyen los dos ingredientes mencionados: sorpresa y apuesta. La sorpresa llega cuando un actuante genera asombro de forma inesperada, cuando causa impacto por mostrar una actitud y una personalidad desconocida. La apuesta la realiza cada aficionado al tomar parte en el juego que significa aventurarse a vaticinar el futuro de los protagonistas. Que no lleguen a la cima del toreo es lo más habitual, pero cuando uno alcanza ese estatus, el admirador temprano saca pecho orgulloso de haber acertado el pronóstico de forma precoz.

Es una lástima que no haya más novilladas, primordialmente por lo que significan para la forja y futuro de nuevos valores. Incluso resulta inaudito que las escuelas de tauromaquia sigan contando con un número de alumnos más que considerable. No es porque no haya afición, que parece indiscutible que la hay, sino porque se trata de centros que no se publicitan en ningún lugar, y todo en tiempos en los que las retransmisiones taurinas han desaparecido de la televisión en abierto en muchas Comunidades de España.

Una amiga me preguntaba hace sólo unos meses dónde se encontraba situada la escuela de Valencia y cuánto tenía que pagar de matrícula. Me resultó muy extraño que no supiera que estaba junto a la plaza de toros y que inscribirse era totalmente gratuito. Ella no quería que su hijo se apuntara porque no le hacía ninguna gracia que acabara siendo torero. La tranquilicé asegurándole que en la escuela inculcaban valores como el trabajo, el esfuerzo, la buena educación, el sacrificio, el respeto, el orden… y que si su niño tenía que ser matador lo acabaría siendo, fuese o no a la escuela, y que si, por el contrario, no poseía las mínimas cualidades, no llegaría a nada aunque perteneciese a ella. Hoy está contenta de haber accedido a la voluntad de su hijo.

Pronto participará en alguna clase práctica y después en algún festejo sin picadores. Si atesora valores acabará debutando con caballos y, si sorprende, apostaremos. Que llegue a figura será casi un milagro, como lo es que sigan perviviendo las escuelas y las novilladas.

 

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