CAPOTAZO LARGO
El ejemplo de El Juli
“El Juli” ha anunciado que se retirará al finalizar la temporada tras 25 años en lo más alto del toreo. Recuerdo el impacto que me causó toreando en Chinchón siendo todavía un renacuajo. Su actuación tuvo gran eco gracias a la retransmisión en directo de Canal Plus. Sin duda estábamos ante una situación asombrosa de precocidad torera. Capacidad, valor, técnica, gracia, clarividencia, desparpajo, conexión, torería… Aquel mozalbete aunaba todas las cualidades que necesita un torero para llegar a la cumbre. Era uno de esos “niños prodigio” por el que cualquiera apostaría. Pero la mayoría de casos como el suyo acabaron perdiéndose en el olvido. Sin embargo, Julián rompió la estadística y alcanzó una cima que ha ocupado durante un cuarto de siglo.
A los nueve años había ingresado en la Escuela Taurina de Madrid, y a los 14 debutó con picadores en la plaza de Texcoco, en México, país al que había viajado junto a su padre porque en tierras aztecas no existían los problemas legales que se le planteaban en España por su insuficiente edad para torear en público. Allí se forjó como novillero y, después de casi 300 festejos entre becerradas y novilladas, tomó la alternativa en Nimes antes de cumplir los 16 años, lo que le convirtió en el doctorado más prematuro de la historia.
Teniendo en cuenta que la primera vez que se puso delante de una becerra fue en una fiesta campera celebrada con motivo de su primera comunión cuando tan solo tenía ocho años, se puede afirmar que lleva toda la vida dedicada al toreo. Cuando se aparte de él habrá lidiado casi 4.000 toros, habrá cortado casi 3.000 orejas y 100 rabos, habrá salido a hombros casi 1.000 veces y habrá indultado más de 30 animales. Lideró el escalafón durante tres temporadas. Conquistó todo tipo de aficiones, entre ellas las de Madrid y Sevilla, donde abrió siete veces la Puerta del Príncipe. Sufrió percances de gravedad y se le concedieron premios de entidad, como la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Supo mantener su vida privada en la más absoluta discreción, y se convirtió en un referente para público y compañeros. Creó la Escuela de Tauromaquia de la Fundación que lleva su nombre, situada en Arganda del Rey, y se hizo ganadero con el hierro de El Freixo.
Muy pocos matadores se han mantenido tanto tiempo en la cumbre como lo ha hecho El Juli. Salvo Enrique Ponce, otro caso digno de análisis, a lo largo de los tiempos lo normal ha sido que las figuras tuviesen fuerza durante un lustro, una decena de campañas a lo sumo. Guerrita, uno de los diestros más mandones que se recuerdan, consiguió protagonizar doce temporadas de éxito, siete años lo hizo Gallito, nueve Belmonte, seis años fuertes tuvo Manolete, los mismos que Miguel Báez Espuny “El Litri”, que se retiró y reapareció en varias ocasiones a lo largo de su carrera, cinco rotundos tuvo Paco Ojeda, uno de los últimos grandes revolucionarios del toreo, y alrededor de 10 Espartaco.
Sin duda, Julián López, con 40 años de edad y 25 ocupando la parte alta del escalafón, tiene más que ganado un merecido un descanso. Deja una impronta imborrable y el ejemplo de sacrificio, dedicación, trabajo, esfuerzo, motivación, raza, poderío, entrega, honestidad, honradez… Su legado es la mejor inspiración para que otros lo sigan intentando, para que se miren en su espejo y sepan que la tauromaquia es perenne y que se puede ser torero en pleno siglo XXI.
Se le echará de menos porque dejará un hueco difícilmente reemplazable. Pero hay que convenir que es oportuno que nuevos nombres renueven el escalafón, que otros han de luchar por alcanzar los hitos de El Juli, y que para ello han de seguir sus magistrales pasos.