CAPOTAZO LARGO
Los antitaurinos no descansan
El 4 de enero, diversas organizaciones animalistas registraron en el Congreso de los Diputados una Iniciativa Legislativa Popular para derogar la ley que protege la tauromaquia a nivel estatal al considerarla patrimonio cultural. Que los toros son cultura es un hecho. Es cultura histórica, cultura artística, cultura animal, cultura medioambiental, cultura inspiradora de otras culturas. No se trata de una opinión basada en un gusto o disgusto personal. Sin embargo a eso juegan los antis, a imponer su doctrina confundiendo al personal; porque esto no va de aficiones u odios, sino de libertades y derechos.
Lo bien cierto es que los contrarios al toreo son más que persistentes. Quizá tenga razón un buen amigo cuando explicó que el motivo es que ellos cobran de serlo, mientras los taurinos pagan por serlo. Sí, la cantidad de subvenciones, de asesores, de “chiringuitos” dedicados a los animalistas y, sobre todo, las aportaciones económicas que les llegan desde las multinacionales de las mascotas es ingente.
Contra eso sólo cabe contraatacar a base de pasión, trabajo y dedicación. De momento los de enfrente siguen a la ofensiva y, con la Iniciativa que han presentado ahora, se muestran “optimistas” porque, según ellos, “la conciencia que ha ido ganando la sociedad está cada vez menos a favor de esta actividad”, y alegan que el número de festejos ha bajado respecto a los años de bonanza económica.
Y digo yo que sin tan claro tienen que los toros no interesan, que los dejen en paz, que desaparecerán por sí solos. Pero no, ellos pretenden prohibir al resto de conciudadanos que elijan sus emociones. Quizá sepan que cada año más de 25 millones de personas asisten a funciones taurinas entre la plaza y la calle, que se venden más de cuatro millones y medio de entradas, que el flujo económico de los agentes que participan en el sector, directa o indirectamente, asciende a 4.500 millones de euros, que implica a 103 actividades económicas distintas y procura 54.000 puestos de trabajo, y que el toreo aporta al Estado más de 40 millones por temporada en concepto de IVA, casi 140 millones si se tienen en cuenta todas las actividades que lo conforman, como contratos de plazas, abastecimientos, sanitarios, transporte de reses, publicidad, seguros, televisión, venta de carne…
Parece evidente que, conociendo estos datos, se están apresurando a intentar dictar el fin de los toros, sobre todo porque una de las fuentes de esperanza para los animalistas ha sido la formación del nuevo Gobierno autodenominado "progresista" que ha designado como ministro de Cultura al conocido antitaurino Ernest Urtasun, un tipo que se negó a condenar la barbarie terrorista de Hamás pero que califica de “tortura” la tauromaquia, “que nunca debe considerarse cultura”. En fin, que la partida está en juego y tener la razón no parece suficiente. No hay que confiarse, porque ellos no descansan.