CAPOTAZO LARGO
Un gitano y un eBook
Brindaba el gitano a su madre, sentada en la parte alta de una grada de sol. Se emocionaba irremediablemente la mujer, curtida en la dureza y esperanzada en una vida mejor encarnada en el proyecto de hijo torero. Sufría, se le notaba en la cara. Cómo no va a sufrir una madre viendo a su niño ante la cara de un astado. Y apretando entre sus manos la montera recibida, miraba furtivamente al retoño medio escondida entre las espaldas de los dos espectadores que tenía delante. Se emocionaba la mujer y con ella muchos de los que presenciábamos el festejo. Yo aguanté la respiración con la boca cerrada porque me había subido un “no sé qué” que me anudó la garganta. A los pocos segundos hice como si nada y me centré en la puesta en escena del incipiente torerillo.
La plaza rugió a cada lance suyo. Aquello fue impactante, emocionante, de erizar la piel. Lo tenía que ser sí o sí porque los tendidos estaban repletos de gitanos que habían ido a ver a su nuevo ídolo, a su nueva esperanza, a aquel que puede darles visibilidad y notoriedad. Eran su familia y sus amigos. Los vecinos de un barrio humilde que no dudaron en respaldar a su nuevo héroe en un día tan especial como era el de su presentación en su pueblo.
Y el gitanillo toreó con gracia y con duende, como era de esperar, pero también con determinación, con una actitud inmejorable que hasta le confirió valor en los momentos comprometidos. Y todos se conmovieron, su madre, su familia, sus amigos, sus vecinos, su gente y también los que lo le conocían. Payos y cañís unidos por el idioma universal del toreo, de la verdad, de la emoción.
Y entretanto, entre el público un espectador conectaba su eBook para ponerse a leer como si estuviese en una playa desierta, ajeno a olés, a vítores y a agitaciones. Yo no daba crédito, pero entendí que “hay gente pa tó”, como dijo el genial torero gitano Rafael ‘El Gallo’ ya hace un centenar de años. Quién sabe, lo mismo estaba leyendo la biografía de Tragabuches, de Cagancho, de Rafael de Paula o de Gitanillo de Triana. El día siguiente le busqué en la misma localidad, y allí estaba el empedernido lector, en esta ocasión devorando un libro de papel y no el electrónico. No hay nada que hacer. Bienvenido el personaje singular que se impresiona con la lectura mientras descarta la tauromaquia. Bienvenido él que paga su entrada y respeta a los demás como los demás le respetan.
Mientras él se instruía yo me emocioné con la actuación de aquel gitanillo que tiene madera para ser torero y sacar a su familia de la pobreza. Y me emocioné sintiendo la catarsis colectiva de una plaza al unísono, sin importar razas, creencias ni tendencias. Cosas del toreo que ocurrieron en una plaza cualquiera, porque también pudieron suceder en cualquier otro coso. Cosas de un mundo en el que “hay gente pa tó”, cómo no la va a haber. Qué aburrido sería si no fuese así.