El silencio de Las Ventas

Quinto festejo del abono de San Isidro, casi lleno en la plaza al albor de la presencia en el cartel del reciente triunfador en Sevilla, Pablo Aguado, acompañado por dos realidades del escalafón, Ginés Marín, que cortó una oreja y Luis David, que la rozó con la yema de los dedos. De nuevo tarde ventosa, el peor enemigo de quien porta una muleta como arma frente a un toro.

El diestro sevillano se ha convertido por méritos propios en el torero del momento. Hoy ha vivido las dos caras del toreo, en su primero, el sobrero de Luis Algarra, le ocurrió de todo, resultó dos veces prendido, arreció el aire y tuvo que tirar de raza y disposición para salvar el trance. No es su toreo y desde luego los más de veintiún mil presentes no vinieron a ver ese manejo.

Pero en el sexto toro, la diosa Fortuna pudo con Eolo, le apresó bajo su manto y Pablo paró el tiempo, al natural, ralentizó la muleta y mostró a Madrid y al mundo entero que ha venido para quedarse, superando las dificultades con el arte que le brota de la muñeca, los martillazos no son lo suyo. Acalló por momentos al público de Las Ventas, especialmente protestón con Luis David. Y para hacer eso hay que ser muy "tío". Por poner un pero, nos quedamos sin verle con el capote y como él mismo manifestó al término "no se puede matar así". La espada le sesgó de cuajo la gloria.

Cosas de lo tardío de su explosión, no volveremos a verle hasta el último toro de la feria, allá por el 16 de junio en la corrida de la Prensa, salvo que alguna sustitución lo evite. Pero de ilusión se puede vivir y Pablo Aguado nos la ha traído para limpiar el olor a naftalina del fondo de armario de nuestras ferias.

¿El detallazo? El torilero de Las Ventas soltó al segundo de la tarde antes de tiempo cuando Luis David se dirigía a recibirle a la puerta de chiqueros.