EN CORTO Y POR DERECHO
700 mil abolicionistas
1/ La cuestión no es si son 700 mil o 7 millones los españoles que piden la abolición de las corridas, sino si es democrático que una mayoría (supuesta) tenga derecho a destruir a una minoría (probable). Lo demás, que a unos les indigne que a un toro se le pique, banderillee y mate a estoque; o que a otros nos guste ver torear, picar, banderillear y matar al toro con una espada, es absolutamente secundario ante una prohibición que atenta contra un principio básico de la democracia: el derecho a pensar, vivir y disfrutar en libertad usos y costumbres, siempre que estos no estén fuera de la ley, lo que no es el caso.
2/ Sí, soy consciente de que el problema tiene peso, pues de imponerse legalmente la petición antitaurina afectaría a buena parte de la sociedad española, rural y urbana, como lo evidencian estas simples cifras: 18 mil festejos taurinos populares y casi mil festejos de lidia ordinaria celebrados anualmente en todo el territorio español.
3/ Dichas cifras revelan la importancia social de unos juegos ampliamente enraizados en la sociedad española desde tiempos inmemoriales -más de tres mil años, según las investigaciones arqueológicas y antropológicas- o la amplitud de su actual implantación territorial -casi 400 mil hectáreas de fincas ganaderas, muchas de ellas de dehesa ibérica y todas de alto interés ecológico, que corresponden a cerca de un millar de explotaciones ganaderas; en torno a las 1500 plazas de toros de fábrica, algunas de relevante interés arquitectónico -por cierto, la plaza de toros es el último edificio mítico vivo de la arquitectura universal-. Además, la Fiesta se abastece de una amplia nómina de toreros -espadas, banderilleros, picadores, mozos de espadas; de veterinarios -de plaza y de campo-; de artesanos -sastres, herreros, utilleros y productores de maquinaria aplicada la ganadería de bravo; de mayorales y vaqueros; de cuadras de caballos de picar, transportistas de ganado bravo; de empresarios taurinos, apoderados; de políticos y funcionarios encargados de reglamentar, dirigir y velar por la tauromaquia; de varios cientos de asociaciones profesionales y de aficionados; de músicos y periodistas taurinos; y de laboratorios, fábricas y silos de piensos específicos para el ganado de lidia. Pero más, muchos más, son los miles de aficionados que juegan con el toro en los festejos populares,
En cuanto a la lidia y muerte del toro en el ruedo resulta preceptivo atenerse al rigor de los datos:
1/ En España se sacrifican anualmente 2 millones y medio de cabezas de vacuno, de engorde o de leche, y en torno a las 15 mil cabezas de vacuno bravo (datos del Ministerio de Agricultura, 2019), y en torno a las 15 mil cabezas de ganado bravo. Precisión: la carne de toro de lidia se destina finalmente al consumo humano. Según los nutrólogos y algunos chefs de prestigio, la denominación de carne natural de bravo se debe a su alimentación basada en pastos naturales y complementada por piensos de extrema calidad.
2/ Según las investigaciones científicas post-mortem llevadas a cabo por inspectores veterinarios españoles, las cotas de estrés presentadas por el bovino de carne y de leche sacrificados en mataderos son mucho más altas que las del toro de lidia cuando recibe la estocada. Este, durante la faena de muleta ha paliado su estrés y bloqueado su dolor por su peculiar respuesta neurohormonal a las incisiones de la divisa, la puya y las banderillas, las cuales son para el científico agentes incentivadores de la agresividad, paliativos del estrés y neutralizadores del dolor, no útiles de castigo.
3/ El toro de lidia es, según su mapa genómico, el bovino más emparentado con el uro primordial. Cuando éste fue eliminado en todos los países europeos por su peligrosidad y difícil pastoreo, se conservó en España y Portugal por dos razones: una, la abrupta orografía le permitió refugiarse en territorios salitrosos de difícil acceso, la otra, el afán de jugar con él, primero en rituales de connotación religiosa, después en juegos militares, y siempre, en juegos rituales.
4/ La conservación del toro ibérico, debida primero a su libertad asilvestrada, y después a la creación, por parte del ganadero, de un hábitat que salvaguardase y mejorase su ecosistema, lo condujo a una situación inédita: ser un animal doméstico no domesticado; ser el único bovino occidental que cumple todas las edades del toro; y ser guardián activo de su hábitat y cooperante en su mantenimiento económico. El sacrificio del 6’7 % de su camada de cuatreños contribuye a tal fin, a la par que al equilibrio demográfico de la población ganadera de cada divisa.
Y 5/ Finalmente, el toro de lidia es, ya se ha dicho, un superbovino. Su conservación de algunos rasgos genómicos del uro, o bien, su secular rechazo a la domesticación, o bien su secular combate con el hombre, lo dotan de unos atributos diferenciales, únicos. Por ejemplo, su doble circulación coronaria, un bypass natural que lo salva del infarto durante la lidia; una pequeña amígdala cerebral propia de los mamíferos más agresivos; un cortex cerebral de mayor tamaño que afirma su cognición durante su pelea y un mecanismo neuroendocrino que activa su agresividad (bravura), palía su estrés y bloquea su dolor. Además, su variabilidad genética es infinitamente superior a la del resto de lo bovinos. Pues bien, este superbovino, con el que se podrían recrear todas las razas del bovino sin joroba, en la hipótesis de que desaparecieran, y que ha sido conservado y evolucionado por el ganadero español, entraría en definitiva extinción si se prohibieran las corridas de toros.
No estoy seguro de que los 700 mil firmantes sepan lo que han firmado.
El próximo artículo versará sobre la ética de la corrida, y de la lidia como un antídoto psicológico y lúdico contra la crueldad.