OPINIÓN

¿Cómo invitar a un joven a los toros?

viernes, 17 de agosto de 2018 · 11:00

De un tiempo para acá vengo planteándome esta pregunta, y es que, aunque se ven jóvenes en los tendidos, acercar a uno más es siempre una alegría. Por eso, creo que todos deberíamos intentar alguna vez llevar, al menos, a un joven a una plaza de toros, y, para ello, quizás sea positivo trazar una estrategia que nos ayude a encauzar la aventura, y es que cualquier duda o problema que surja puede alterar nuestra finalidad y, por ende, hacernos perder a un aficionado para el día de mañana.

Para empezar, habría que aclarar que se puede invitar a muchos jóvenes muy diferentes: desde el que está deseando ir a una corrida de toros y nunca ha ido (lo que no nos costará mucho trabajo) hasta aquel que está totalmente ajeno a lo que pasa en la plaza y por pocas la desprecia.Créanme si digo que a todos, con tiento, podremos llevarlos a un festejo taurino, y aunque puede que, en un primer momento, no sepamos cómo resultará la experiencia, podremos trabajar para que esta sea lo más gratificante para nuestro beneficio.

De este modo, considero fundamental, en primer lugar, crearles el deseo, es decir, que a un joven, si no tiene interés por la tauromaquia, no lo vas a llevar a una plaza de toros, de la noche a la mañana, por muy rematado que sea el cartel. El deseo hay que trabajarlo, y para ello hay que tener mucha paciencia e ilusión. Ante todo, por tanto, hay que creer en nuestro proyecto, en nuestro objetivo, en llevar a ese joven y hacerle vivir unas sensaciones que le hagan querer volver otro día a los toros.

Traído a colación, hace tiempo escuchaba decir a Dávila Miura, en una entrevista, que Pepe Luis Vázquez Silva le comentaba que “a la plaza hay que ir con deseo”. Fíjense si van justificadas mis palabras. Puede que el maestro Pepe Luis manifestara este pensamiento desde la perspectiva del torero, de modo que esas ganas de torear se transmitieran en frescura y torería ante el toro, pero, como al maestro le desborda la afición, no dudo que ese comentario brotara, a la par, de su yo aficionado, sentenciando, así, que hasta para ver toros había que tener ganas de ver toros.

Pues bien. Una vez creado el deseo, que puede surgir por el contagio (como un virus) de quien es un apasionado, o bien contando historietas de lo más inverosímiles, llamativas o cercanas al invitado, o mostrando algún fragmento de alguna faena de especial sensibilidad, gracia, arte o arrojo, o hablando de toros sin más motivo quenaturalizar, con toda la intención, un tema que se aleja de las cafeterías y bares… lo siguiente es que, ese día en que se materialice la invitación, el joven viva una jornada lo más especial posible, como él jamás haya imaginado.

De principio a fin,el día tiene que ser rotundo, buscando contextualizar el plan con la mejor compañía y, como una buena trama, dotando de introducción y conclusión al acto, es decir, que antes y después de los toros haya contenido que facilite que nuestro objetivo sea exitoso. Por eso, invitar al joven con otro amigo puede ser interesante (¡y ya son dos!), así como acercarse con él a un bar cercano a la plaza, antes del festejo, y que escuche hablar de toros en el ambiente mientras toma lo que le apetezca.

Así, llegará a la plaza, se sentará en su localidad y se le irá explicando lo que consideremos, pero de este hablaremos otro día. Ahora hemos conseguido que un joven, que nunca lo imaginó, esté en un tendido de una plaza de toros, presentándose ante sus ojos algo mágico, algo que nunca había imaginado de esta manera.

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