DAVID CASTELLANOS

Las emociones de otoño

viernes, 11 de octubre de 2019 · 09:02

Se presentaba una Feria de Otoño en Las Ventas con muchos matices y en la que, a priori, en cada tarde había algo que el aficionado esperaba. Personalmente, ha habido tres tardes de emociones, siendo cada una de ellas de una distinta carga emocional.

La primera de ella fue con el festejo que abría la Feria, la novillada. Aquí hubo una Puerta Grande conforme a lo acontecido en las dos faenas. Para mí, la más merecida del año en Las Ventas, por no decir la única, la de Tomás Rufo. Aún con un bagaje escaso en su poder, volvió a dejar una más que digna actuación en Madrid. Tal y como está el mundo del toro hoy en día es complicado abrirse un hueco, pero el de Toledo lo está consiguiendo. De la plaza, salía con una sonrisa, y es que, gracias a novilleros como él, el aficionado recupera la ilusión.

La más emotiva se producía una semana después, la despedía del coso venteño, de un Maestro, de Manuel Jesús “El Cid”. No tuvo la tarde que seguramente había soñado ante sus adversarios. Pero ahí apareció la afición de Madrid, la de los aficionados que tantas y tantas veces se han visto criticados por su falta de sensibilidad, para devolverle todo lo que el Maestro les había entregado durante más de 20 años. La única pancarta que se vislumbraba en la plaza, salía del tendido 7: “EL CID, TORERO DE MADRID. GRACIAS". En ese preciso momento, sonó la primera de las dos ovaciones que tuvo que saludar antes del inicio de la tarde. Sin embargo, el momento más emocionante de la Feria, y casi que diría del año, fue cuando numerosos aficionados saltaron al ruedo tras la muerte del sexto de la tarde, para pasear en volandas a “El Cid” en la que sería su última vuelta al ruedo vestido de torero en Madrid, para finalmente, despedirse por la puerta de cuadrillas emocionado; al igual que un servidor. Simplemente, emocionante.

No puedo dejar de pasar por alto, lo ocurrido esa misma tarde con el diestro Emilio de Justo. El extremeño dio una gran tarde de toreo en cuanto a su colocación, poso en el albero, dimensión y buen hacer ante su lote, sobre todo del que hacía segundo de la tarde. Sin mucho eco quedó su faena, tapada porque la gran mayoría de los asistentes iban a ver la despedida de su compañero. Incomprensible. Cuando uno va a una plaza de toros, debe prestar atención y respetar a todo aquel que se juega la vida en la arena.

El último momento intenso de la Feria fue la tarde de Antonio Ferrera. De elogiar la variedad, compromiso y actitud no faltaron en el ruedo, en una tarde que quedará guardada en mi memoria por mucho tiempo. El problema, es que no se puede salir por la Puerta Grande de Madrid sin rematar las faenas con la espada, y mucho menos en Madrid. Solo se habla de la oreja al sexto de la tarde tras media y dos golpes de descabello, de que sí era o no era; pero, ¿qué me dicen de la oreja regalada en el quinto de la tarde?

Dejando a un lado los tres puntos más destacables para mí, no puedo dejarme en el olvido la tarde del mano a mano. Perera y “Portugués”; un toro bravo, pero solo para la muleta, que únicamente él vio en la plaza. En mi memoria, recordaré más esta faena que aquella de Mayo que desorejó a “Pijotero” ... Momentos antes, su compañero de cartel, Paco Ureña, cortó una oreja generosa.

Pocas opciones tuvieron el resto de toreros que se enfundaron el traje de luces debido a lo general, al nulo juego que los astados ofrecieron. Sobre todo, me quedé con ganas de ver el buen momento que estaba atravesando Daniel Luque, y al sevillano, Juan Ortega.

Por último, urge una renovación de ganaderías en el elenco otoñal. Alguno de los toros, que saltaron al ruedo eran impropios de la primera plaza del mundo. No todo vale, me da igual la ganadería que sea. En Madrid, no se pueden traer los restos de camada.       

 

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Indiferencia