JOSE LUIS RODRIGUEZ

Conjeturas sobre El Procés

viernes, 1 de marzo de 2019 · 08:22

Las personas medianamente informadas que han seguido los avatares de la política catalana, han leído en la prensa, escuchado la radio y visto en TV como se fue fraguando lo que ha configurado el denominado procés y, si aún siguen interesadas en el asunto, gracias a la retransmisión en directo, pueden ver las sesiones del juicio oral ante el Tribunal Supremo.

Si a lo anterior añadimos la divulgación que procuran facilitar los partidos políticos, en aras de fortalecer su posición ante la opinión pública, sentimos que vivimos informatívamente bajo un intenso fuego cruzado de particulares valoraciones. La acumulación de datos es tan copiosa que nos puede hacer pensar que nos hallamos en condiciones de ocupar uno de aquellos sillones de respaldo alto frente a los acusados.

Sin embargo nada más lejos de la realidad. Juzgar es un trabajo de alta especialización. Las sentencias deben motivarse, deben constatar el hecho del que dimana la conclusión. Nótese que hasta en los juicios de jurado es un Magistrado-Presidente quien desempeña la función de garantizar, durante el juicio y en su resolución, el respeto al principio de legalidad, material y procesal.

Juzgar, pues, es una tarea compleja. Los abogados pueden recurrir la sentencia y solicitar la nulidad de lo actuado y la revocación.

En esta fase del juicio, tras haber visto y oído a los acusados contestar los interrogatorios, haciendo uso del derecho legítimo de defensa de no responder al de las acusaciones o aceptarlos sin compromiso de decir verdad, es de prever que, tras las primeras y dilatadas sesiones ya vistas, en gran parte argumentativas, queriendo ser convincentes los acusados y defensores, es presumible que muchos espectadores in pectore han dictado “su sentencia”. Craso error.

El juicio sigue.

El juicio es como un río que nace remotamente en unos hechos que un día fueron denunciados; descritos como presuntamente delictivos y dieron lugar a los meandros de la instrucción, acopio de elementos, comprobación, piezas de convicción, diligencias de investigación…

El proceso, convertido en caudal, puede aumentar o achicar el cauce metafórico del río, ponerle dique el Juez o abrir la compuerta para que se derrame en el plenario, que es donde ahora vemos se agitan las contestaciones contra el Ministerio Fiscal, la Abogada del Estado y, si no se encrespan contra VOX es porque lo han dejado inerme al no querer someterse a su interrogatorio. Inactividad pasajera. VOX podrá intervenir en la práctica de la prueba testifical, pericial, documental y dispondrá de voz pareja en la fase de calificación definitiva y en el informe.

Se han tomado, pues, por los acusados, en el descenso de las aguas bravas decisiones importantes. Silencios y evasivas que habrán de ser valorados.

La locuacidad, el cúmulo de justificaciones, la hábil reconducción de argumentos frente a los que en otro momento fueron proclamados y difundidos… Todo terminará siendo objeto de sereno análisis.

Sin embargo esta tarea se la salta el espectador medio. Él se fía de su impresión, cuando resulta que el río sigue su curso.

Asistiremos a las pruebas propuestas por las acusaciones y las defensas que versarán sobre los mismos hechos o concomitantes sobre que han declarado los acusados y es posible que nos parezcan distintos. Que el río tenga otros márgenes y las aguas otro color.

No es la primera vez que los acusados caen en sus propios lazos. La coherencia es virtud exquisita cuando tantos pueden preguntar, explicar y dar razón de ciencia.

Es duro el oficio de Juez. Conciencia de recta sin olvidar la piedad.

Lo veremos al desembocar el río en la sentencia. Todo lo demás son conjeturas. O si lo prefieren, comentarios de café.

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