JACOBO HERRERA

El ruedo no se pisa

Suena a broma, pero no, se ve, y cada vez más, cómo se profana un espacio sagrado, litúrgico, reservado para el toro, el torero y poquito más, pero que nunca será un espacio para favorecer a los buitres de los selfies
lunes, 1 de abril de 2019 · 20:18

Vengo observando de unos años para acá -no sé si antes ocurría también- que, en plazas de poca monta, da igual que sea corrida de toros, festival o novillada, la figura del torero crea tanto deseo entre algunos de los miembros sobrantes del callejón que los hay que no pueden redimirse de saltar al ruedo en la vuelta triunfante del matador para darle la enhorabuena en primera persona, estrecharle la mano y fotografiarse.

Suena a broma, pero no, se ve, y cada vez más, cómo se profana un espacio sagrado, litúrgico, reservado para el toro, el torero y poquito más, pero que nunca será un espacio para favorecer a los buitres de los selfies para presumir posteriormente en redes sociales, que si de algo pueden presumir con estas hazañas es de haber estado en un lugar que jamás les correspondería.

Hechos así, creo, deberían estar atados más en corto por los medios correspondientes de velar por la integridad del espectáculo, y es que un festejo taurino es algo muy serio como para que se frivolice con tal de tener un recuerdo con el torero mediático o el de turno, a quien, por cierto, creo que no le hará excesiva gracia que esto pase.

Distinto es, y quede claro, que un arenero salude cariñosamente y sin retorcimiento al matador cuando pasa por su zona, o que el torero se acerque al callejón a saludar a algún conocido que le felicita, pero que se sepa siempre que quien salta al ruedo ni es amigo del torero ni es aficionado, sino un chuflas de mucho cuidado al que hay que decirle estas cosas para que el día de mañana sea mejor aficionado.

Por último, quiero exceptuar un caso en el que el ruedo sí se pisa: en la salida a hombros de los toreros. Ahí, los aficionados, el público, respetuosamente, no debería sufrir el impedimento policial para acercarse a su ídolo, el torero, y acompañarlo en la salida a hombros, consiguiéndose una escena de tiempos pasados, cargada de ilusión, energía y dinamismo.

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