JOSE LUIS RODRÍGUEZ

La Barcelona Taurina

Es sugerente el libro de Salvador Balil Forgas, titulado VIAJE POR LA BARCELONA TAURINA (El Paseo editorial), I Premio de literatura taurina Enrique Ponce-Club Allard
viernes, 14 de junio de 2019 · 07:00

Es sugerente el libro de Salvador Balil Forgas, titulado VIAJE POR LA BARCELONA TAURINA (El Paseo editorial), I Premio de literatura taurina Enrique Ponce-Club Allard, y lo es porque trenza recuerdos y vivencias, a partir de la década de los años 40 del siglo pasado, y nos  trae al presente lo que fueron los toros en Barcelona, cuando aún seguimos bajo los efectos de los “centros de poder,” que siguen con el afán de su erradicación. Hecho que denuncia sin ambages el autor y condensa en esta palabras: “...eliminar un símbolo hispánico muy arraigado en Cataluña, pero incompatible con “el fét diferencial”.

Balil Forgas, como ven, escribe como quien coge el toro por los cuernos, en lo que se refiere a la cuestión del mal estado actual taurino del Principado y, como es autor documentado sin pretensiones de historiador, nos explica cómo y de qué manera funcionó el juego de birlibirloque a lo largo de varios siglos en las tres plazas barcelonesas.

Y ya puesto nos da cumplida noticia del nombre de los toreros que triunfaron en los  alberos catalanes, sin olvidar a los que tuvieron la desgracia de perder la vida. Tampoco deja en el tintero a los empresarios que capitanearon el emporio taurico y lo expandieron más allá del Mediterráneo.

El gran poso de este aficionado, de pluma ágil, nos evidencia el  abusivo “esquinazo” que se ha dado en esta Autonomía al Patrimonio de Interés Cultural taurino, que es un bien que pertenece a los catalanes como els castellers, la sardana...

En la memoria de la Ciudad Condal no se puede borrar el nombre de Chamaco, como tampoco se podrá silenciar en el futuro el del futbolista Mesi.

Y nos recuerda que Manuel Rodríguez, Manolete, lidió más veces en La Monumental que en ningún otro coso. Este libro reúne pruebas irrefutables de la emérita Historia taurina de Barcelona.

Todas las puntadas tienen hilo, pues por encima de la emoción del aficionado emerge el rigor de querer ser fiel a lo que le fue transmitido por sus mayores, un legado que nos confiesa el autor ya pasó a sus hijos  y  teme se rompa el tracto sucesivo respecto de sus nietos, y le duele al no poder ir con ellos a la plaza, acomodarse en el mismo tendido que lo hizo desde su niñez y revivir, con otros aficionados, tardes inolvidables.

El autor es consciente del sin sentido que se ha urdido para erradicar la fiesta brava, y menciona a Luis María Gibert, que no está entre nosotros, y nos dejó el triunfo de su denodada lucha para poder  derrotar, con el previo depósito de 610.000 firmas en el Congreso, el ficticio andamiaje jurídico-político que se elevó en el Parlament.

Leyendo este libro uno se percata de que el viaje por la Barcelona taurina no ha terminado; que hay motivos para conservar la esperanza intacta porque la Ley se promulgó y está vigente para la generalidad de los ciudadanos españoles y extranjeros que quieran libremente ir a los toros.

Cada vez resulta más inexplicable que en Madrid, en la Plaza de Las Ventas, con normalidad se reúnan 23.000 personas para ver las corridas mientras en Barcelona se siguen oxidando las bisagras de la Puerta Grande. Por no citar Sevilla,Valencia, Bilbao, Pamplona, Zaragoza,Valladolid,Albacete...

Las evocaciones de este aficionado le llevan a pergeñar el texto con un cierto aire de miscelánea, galería de personajes que fueron relevantes en el manejo de las telas, y se le cuelan  observaciones sobre el comportamiento en la plaza o momentos vividos en locales típicos de ambiente taurino.

Seguidor de la brega del día a día en pro de la vuelta de la Fiesta, deja constancia de  la labor de la  Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, que actualmente preside don Francisco March.

Concluyo, pues, este comentario, a relance de la recién terminada lectura, diciéndoles que he prestado a mis amigos el libro  para que lo puedan disfrutar y a los lectores de esta reseña les sugiero viajen por la Barcelona taurina, una ciudad que sigue oliendo a mar y jazmín.

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