RICARDO DÍAZ.MANRESA
Toreros tristes
Entre muchas clases de toreros, los hay tristes, pesados y aburridos. Y por supuesto no ayudan para nada a que disfrutemos de espectáculos atractivos. Hoy voy a detenerme en los tristes. Hace días escribía que estábamos en una situación insólita : no hay en activo más que una figura del toreo o casi. Miren la lista de este siglo y especialmente del XX. No se sorprenderán, claro, pero se quedarán de piedra.
Y, en cambio, ha aumentado, y cómo, la nómina de los tristes. O tienen mala cara, o parecen enfadados o que van a un duelo y no sonríen así los maten. Les cuesta más que regalar 1.000 euros.
Ni en las entrevistas exhiben dientes, con lo cual es dificilísimo atraer. Hay algunos de los que escriben o hablan que los ponen bien y los valoran bastante. No se entiende. Como cuesta entender a los humanos de esta época en que parece que estamos en un manicomio global.
Lo que va de ayer a hoy. Hace años Andrés Vázquez afirmaba que José Tomás era un mal torero por la cara seria que siempre tenía. Aunque una cosa es ser serio y otra triste.
Me cuesta una barbaridad aguantar a los tristes y evito ver los carteles o las faenas en los que ellos son protagonistas. Algunos me parecen insufribles pero el público los aguanta y hasta los premia. Sociedad del siglo XXI.
Por supuesto, ¿quién se salva ahora de los 10 minutos o más de faena?, son pesaditos y están locos por oír avisos en esas faenas interminables de las corridas insoportables por larguísimas. Sumen: caras tristes y faenas pesadas. Pues el público lo acepta como normal, después de pagar la entrada y recibir ese producto, inservible, y tragárselo. Así estamos.
Y, encima, si son aburridos, no les digo más. Claro, que con la cara triste y largando faenas pesadas, lo lógico es que terminen, o deberían terminar, exasperando al público.
Pues es la nueva moda, entre otras varias del toreo. Antes había bronca y gran bronca. Ahora, ni una. Están los espectadores tanto tiempo con el trasero sobre la piedra que se les quitan las ganas hasta de chillar. Supongo. O son de otra pasta.
A los tristes se les reconoce mirándolos a la cara. Es automático. A los pesados por el número de mantazos. Y a los aburridos porque suman estas dos características e incluso alguna más.
No les digo nada si tristes, pesados y aburridos van vestidos de negro, que es azabache según los especialistas en multicolores. Entonces, estos enemigos de la alegría nos tumban. Y naturalmente o llevan una cuadrilla vestida de luto o hay en las otras cuadrillas, de toreros que no son tristes, otros cuantos de negro. Espectáculo enemigo de los colores del toreo en vestimenta y utensilios. Tremendo e insoportable.
¿Los nombres de los tristes? No escribiré ni uno. ¿Para qué? Los espectadores saben quiénes son. Están a la vista para rechazarlos o jalearlos. Porque hay de todo en la viña del Señor. Y ahora más.