GALLEANDO

No hay más verdad

miércoles, 7 de noviembre de 2018 · 09:00

Desconcertante situación de esta España angustiada y colmada de irresponsabilidades. Nada parece satisfacer en este país curioso y preñado de sinsentidos. Quien manda, sin ser votado para mandar, sigue con sus maniobras contradictorios a costa de seguir donde está. Provocando el cabreo y la desconfianza en una gente que intenta, sin conseguirlo, adaptarse a este mundo, extraño y discordante, donde no hay un puto código de coherencia. Donde todo vale -¿hace falta decirlo?- para mantenerse en el poder. Y así siguen quienes gobiernan ofreciendo ideas, tan humillantes como ilógicas, vendiéndose solo por un puñado de votos. Cuesta predecir un futuro sin dejar de preguntarse qué será lo siguiente. ¿Qué puede quedarles por hacer?

Y mientras éstos se venden, provocando la indignación y la impotencia en un pueblo harto de tanta conciencia vulnerable, salen voces en el toreo, mucho tiempo calladas y ocultas, capaces de ponernos en contacto con otra realidad. Realidad, sin embargo, más sagaz que justa. Aunque justo es que quien se juega la vida cada tarde delante de un toro se lleve todos los euros que se tenga que llevar. Sí, pero sin las diferencias abismales en los pagos de quien se la juega también incluso con toros más fieros, más serios, más íntegros que los exigidos por las favorecidas figuras. Y, claro, todo esto instila a la injusticia. A la desigualdad.

Han sido muchos los que han puesto el grito en el cielo ante semejante afrenta. Ante el golpe de efecto que han producido las cifras declaradas por el empresario de la plaza de toros de Las Ventas. Cantidades abonadas, por corrida, a las clases privilegiadas del toreo. A las figuras. Máxime si la comparativa con lo recaudado en taquilla, por las más de veinte mil localidades que afora la plaza, es el perfecto espejo de la más incoherente certeza. Es decir, que los 240.000 euros que Simón Casas apoquinó, por torero y tarde, en un cartel de tres consagrados el total desembolsado rebasó con creces lo recaudado. Cabe aplaudir la valentía del productor por no temer los espinosos caminos de la sinceridad. Pero que nadie se llame a engaño. Más allá de lo incuestionable la rentabilidad del negocio está asegurada si se sigue contratando a una legión de matadores de toros por poco más que los gastos. Y esto no es nada falso. Es la salsa de la evidencia. No hay más verdad. Pues eso.

 

      

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