MANUEL VIERA

Finito, un lujo para el toreo

No fueron faenas continuas y contundentes. Ni dechado de valor. Pero sí una feliz simbiosis del detalle que dio como resultado un toreo sereno, hondo y bello
miércoles, 27 de marzo de 2019 · 08:30

El arte no está constituido por lo que uno ve, sino como lo ve. Y en ese ambiente de feria y público predispuesto se vio la obra de un torero que llegó a Valencia por la vía de la sustitución. Por petición, quizá, de un ganadero en cuestión. Acérrimo él de las calidades diferenciales del veterano diestro cordobés. Así, y todo, los sentidos ramalazos del más genuino arte del toreo atravesaron el cristal de la pantalla del televisor para quedarse incrustados también en la memoria del espectador de casa. Y para siempre. Finito se inspiró, se ensimismó toreando. Serio, sincero, y con prodigiosa capacidad plasmó la media de clamor. Plástica, coherente, cargada de majestuosidad en el lance. Estricto gozo emotivo.

No fueron faenas continuas y contundentes. Ni dechado de valor. Pero sí una feliz simbiosis del detalle que dio como resultado un toreo sereno, hondo y bello. La geometría del trazo formó parte del ritmo, y la parsimonia de cada muletazo generó en la plaza la deseada emoción. Y todo ello entremezclado con el encanto de la seducción, el sentimiento, la naturalidad y la torería

Otra vez el toreo de Juan Serrano fue un destilado de esencias. Exactamente lo que corresponde a la sensibilidad de un gran torero. Todo en perfecto equilibrio entre lo inspirado, lo intuido y lo deseado. Los impecables ayudados y pases por bajo dieron vida a unas formas de clara tendencia improvisatorias y sentidas. Hay que situarse en lo mágico para percibir lejos de la plaza el ritmo lento de un capote y la tersura de una magistral muleta. Tal vez porque su toreo adquiere dimensión distinta. Es diferente. Sin embargo, lleva tiempo sin estar pudiendo estar más que otros muchos de conceptos copiados y repetitivos. De pegapases a granel. Toreros como Finito de Córdoba son necesarios en los grandes ciclos. La torería, tan ausente en los ruedos de las plazas de toros, junto al sutil y lento trazo produce tal sensación de misterio que desata el entusiasmo. Ni más ni menos que una clara manifestación de un arte que acaba en placer. Un lujo para el toreo que tendrá continuidad en Castellón y Madrid. Porque privar al aficionado de ello resultaría, por absurdo, injustificable.

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