MANUEL VIERA

González-Écija interesa

miércoles, 23 de septiembre de 2020 · 07:30

 En época en la que el toreo pasa por momentos críticos. En la que a la casi totalidad de la cultura se accede con un golpe de ratón. En la que la ética del entretenimiento político condena los toros a beligerante adversario con todo tipo de ataques, existe, también, el peligro de hartazgo de una gente que no sienta la necesidad de gozo en una plaza de toros.

Es cierto que se ha caído en la monotonía insulsa de faenas estándar. Que se va a la plaza con el final aprendido. Que la sorpresa no existe. Que la sucesión de pases se antoja cansina, degrada el toreo y produce el bostezo. Y ahí nos movemos, tan incomodos como en continuo desafío con una Fiesta que sólo se alimenta si existe emoción.

No obstante, de vez en cuando, resulta gratificante descubrir nuevas aportaciones a la lidia en alguien que, como tantos otros, parecía tener como destino quedarse en el camino. La minuciosa observación de lo nuevo. El desgarro emocional, y la explosión de toreo que se oculta en lo aparentemente simple, se halló el pasado sábado en el ruedo de la plaza de toros de Antequera durante el tercer festejo del circuito de novilladas organizado por la Fundación del Toro de Lidia y la colaboración de la Junta de Andalucía. Bonita historia que aviva los recuerdos de reciente pasado en la Maestranza de Sevilla cuando se alzó triunfador del ciclo de promoción de 2019.

De nuevo resulto esperanzador verle hacer un toreo tan clásico, tan de buen gusto, tan templado y rematado. Ha sido reconfortante encontrarse con un repertorio tan personal, liberado de lo monótono, de un novillero dispuesto a ser torero saliéndose de la rutina. Un toreo capaz de llegar a los tendidos con sólo una obra sustentada en el temple y en el irresistible natural. Una faena inteligente, agradable a la vista, bien hecha, amplia en naturales y peculiar en los detalles de naturalidad y torería. Su concepto goza de una inaudita habilidad para hacerlo argumental y llevarlo a altas cotas de emoción. En este sentido se nota su eficacia, alcanza su objetivo y consigue lo inexplicable.

Jaime González-Écija interesa. Su estado de incertidumbre motivado por la situación y problemática de las novilladas picadas ha pasado al convencimiento de un público que busca siempre la belleza y la emoción del toreo. El sevillano ha vuelto a cautivar.             

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