MANUEL VIERA

Se llama Juan, y se apellida Ortega

miércoles, 9 de septiembre de 2020 · 07:00

Es difícil encontrar algo, un detalle, que empañe una lidia colmada de emociones. Un atisbo de artificiosidad. A nadie debió dejar insensible la contundente belleza de la faena. Más aún el manejo de esa izquierda que ralentiza la embestida y engarza naturales soberbios. Esa mano que impresiona por su mando y hondura. O esa naturalidad que se transforma en impecable concepto. Un toreo que atisba el futuro y sus posibilidades. Torería que entra por los ojos y se quedan en el alma. Elegancia, fina sensibilidad y la delicadeza de unas formas que ilustran una tauromaquia tan diferente como inusual.

Tal vez no sería ilógico considerar que lo hecho por el sevillano en la plaza de toros de Linares el pasado 30 de agosto ha sido toda una exigencia silenciosa. Un clamor de atención en una tarde donde el toreo también se manifestó con la significativa profundidad de Álvaro Lorenzo y el temple en la expresividad de Daniel Crespo, resultando ser síntoma y causa de variedad en las atractivas lidias.

Pero fue el diestro del barrio de Triana quien cultivó la belleza de un toreo de impacto con el que aportó la majestuosidad de su concepto, tan emotivo como gozoso, con el que consiguió conjugar de forma preciosista unas maneras de hacer y decir que huyen de las convencionales y se enroscan sobre sí mismas para aportar un poco más de misterio al enigma del arte en la creación. Un toreo sosegado en los que los patrones clásicos mutaron hasta adquirir ralentizados trazos de naturales, ora con la izquierda, ora con la derecha, que se escaparon por los recodos de lo efímero.

Esta claro que la faena del torero de Sevilla al toro de Parladé se caracterizó por lo clásico de un concepto sin resquicio a la modernidad. Volvió a sorprender por ese enriquecimiento de su hacer. Por ese planteamiento de una obra, específica, que define ilusionantes mañanas. Lo hizo con elocuente sencillez, sin efectismos ni concesiones, con una sensibilidad emocional aplastante y profundizando en características distintas. Su toreo fue oro puro. Simple artesanía. Se llama Juan, y se apellida Ortega.

 

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