GALLEANDO

Único e indiscutible

miércoles, 6 de octubre de 2021 · 07:44

Al fin brilló con toda intensidad la esencia de su toreo. Se ha mostrado en plenitud, entregado y valiente como nunca. No hay frontera capaz de contener a este torero que, cada vez más metido en el pasado, sigue ofreciendo emociones. Y es que Morante, poseído de un ingenio y habilidades considerables para hacer cosas nuevas cada tarde, se embarcó en las diferentes lidias con la más pura de las ortodoxias. Sólo él vio embestidas imposibles. A eso se le llama talento. O ser un Dios sobre la tierra. Distintas faenas que han servido para saborear la intensidad y profundidad de su toreo. Para sentir y gozar, con la belleza de los detalles, una tauromaquia en esencia tan original como inspirada.

Con la verónica, una prodigalidad rítmica y de riqueza expresiva increíble, junto a la escultural media, ha hecho estallar de júbilo a la Maestranza. Emoción también en la lidia de un boyante “juanpedro” con la que contribuyó a enfatizar su concepto barroco más brillante. Obra inmensa marcada por su alta calidad y caracterizada en todo momento por el magnífico natural. Muestra de la riqueza expresiva de un trazo a cámara lenta, muy diferente, pero al mismo tiempo artísticamente puro y colmado de naturalidad y torería.

No lo tenía nada fácil, preso de una expectación desmesurada, desde que fue anunciado con los toros que pastan en “Zahariche” la tarde que cerraba el largo y atípico ciclo de San Miguel en Sevilla. Pero se las apañó para rizar el rizo en un galleo por ajustadas chicuelinas, y tres laces a la verónica en el quite abrochadas con media de embrujo, al único “miura” que pudo lidiar. Lograría, después, el deseado equilibrio entre el pasado y el presente, con una tauromaquia muy natural y en todo momento coherente consigo mismo. Los ayudados por alto y ese toreo por bajo tuvo hondo calado y, sobre todo, el sabor de las cosas importantes. No pudo acabar su obra por las complicadas embestidas, sólo los detalles finales, antes de esa lidia añeja de pitón a pitón, tuvieron el misterioso encanto que desprende su toreo.

Un sobrero de “Virgen María”, con demostrada mansedumbre, le sirvió para articular una faena en la que el gusto de sus formas se fundió con la hondura expresiva de su toreo. Mató en la suerte de recibir dejando el acero hundido, pero deficientemente colocado. La plaza unánime pidió la oreja, el diestro cigarrero se negó a la petición y a la concesión. No era un “miura”. Y, además, sabía que no la merecía. Un genio y un señor. Único e indiscutible.

 

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