GALLEANDO

El mérito consiste en iniciar su rescate

miércoles, 7 de abril de 2021 · 05:11

Todo apunta hacia un imposible. Cada declaración, cada digresión en el día a día va camino de la frustración. Sevilla es un mal de dudas. Un cúmulo de opiniones que tienen a la gente hundida en la desesperanza. Los fustigadores de folletines están a sus anchas en ese ventanal abierto que son las redes sociales. Los datos que las autoridades sanitarias ofrecen de la evolución de la Covid-19 no invitan, ni mucho menos, al optimismo. Sólo se está a la espera que se haga el milagro en pocos días y la interesante temporada de toros en la Maestranza se pueda iniciar.

Dar toros es indispensable para asegurarse todos los futuros posibles. Aquí o allí. Es necesario y trascendente. Con la mitad del aforo de la plaza o que con el que obligue la situación de la curva de contagios. Con el mínimo que se considere suficiente para recuperar una Fiesta al borde de la ruina. El mérito, ahora, consiste en iniciar su rescate.  

El toreo está sembrado de situaciones tan absurdas como grotescas, sazonado, además, de actitudes tan diversas que confluyen en la complejidad, e indignación de una gente harta de intrigadas resoluciones. Todo un mundo fatalista, dominado por la distensión, ante los desesperantes problemas que sufre. 

A juzgar por los hechos, acertar en las decisiones que han de permitir ajustarse a la realidad de forma positiva, a modo de superar la difícil situación, es determinante para la tauromaquia. Quizá la clave del éxito consista en centrarse en la urgente necesidad de celebrar corridas de toros sin el fin de las justas ganancias del negocio.

Los hay que lo hacen adecuándose al presente. Quienes luchan por descollar en el terreno empresarial con extraordinaria ambición en la profesión que asumen. Quienes saben que habrá un mañana.

Hace días la empresa Lances de Futuro presentó los carteles de la feria taurina de Córdoba. Figuras interrelacionadas de primera magnitud que han fascinado a la afición. En este caso, José María Garzón tiene muy claro lo que hay que hacer y lo que hay que dar. Y a fuerza de insistir consigue que todos acabemos creyéndolo.   

 

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