GALLEANDO

La verónica de Aguado

miércoles, 26 de mayo de 2021 · 07:31

Hundió el mentón en su pecho y dio forma al ensoñador, cincelado y majestuoso lance meciendo la tela en lentísimo compás. ¡Qué grande lo hecho! ¡Y qué inaudito lo visto! Su portentoso capote se convirtió en suculenta satisfacción. Se sintió el toreo. Y se colmaron todas las expectativas con la muestra fehaciente de tres verónicas tan bellas como irrepetibles. Un capote tan excelente y natural como diferente y único.

Lo acontecido con el cuarto toro de Garcigrande, la tarde del pasado 19 de mayo en la plaza de Vistalegre, fue algo tan maravilloso que llevó a la creencia de que cualquier momento efímero puede ocupar un lugar en la memoria. Sólo hizo falta percibirlo un instante para que su evocación lleve siempre lo vivido y lo nunca olvidado.

Y es que el lirismo expresivo de tan característico toreo estuvo admirablemente servido por el aterciopelado capote del torero sevillano. Fabuloso interprete de templadas, interminables y eternas verónicas. Lances, de verdadera filigrana, con los que hizo gala de su finura y naturalidad para revivir la personalidad torera del gran Pepe Luis. Verónicas que detuvieron el tiempo y parecieron tocar techo estratosférico en su empeño de elevar la emoción por encima del umbral de lo imposible.

Fue particularmente brillante el toreo de capa de Pablo Aguado con el que conformó una obra en la que el ritmo, la cadencia y el exquisito gusto se mostraron sin reservas. Un capote soberbio que derivó en emoción y locura. En chispeante y garboso toreo de un artista propenso a los cataclismos emocionales. Valor e inspiración sin dejar atrás esa gracia y vitalidad que hace de la verónica un sentimiento.  Embaucadoras formas de quien es capaz de inventar lo sublime y expresar un estilo difícil de encontrar en las diversas tauromaquias de hoy. Pablo fue aquel día gozo y sufrimiento. Placer por la verdad de un artista que, con súbita e inexplicable ilusión, activó su capote colmado de delicadeza y mimo con el que comunicó su sevillanismo. Angustia ante esa otra verdad de la Fiesta mostrada en la grave cornada recibida en el último suspiro de la tarde. Así es el toreo.    

 

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