MANUEL VIERA

Todos los caminos llevan a Morón

miércoles, 16 de junio de 2021 · 07:53

Todos los caminos llevan a Morón. A la inevitable y puntual cita con tres toreros que ha devuelto al toreo su más clásica dimensión. Un toreo sosegado capaz de despertar sensaciones imprevisibles. Y todo, porque a un valiente empresario, reivindicativo de lo imposible, vuelve a apostar por los encantos de la excepcionalidad. José María Garzón, al fin, junta en el ruedo de una plaza sevillana a tres significativos artistas para así ahondar en sus respectivas tauromaquias e intensificar sus significados.

Al toreo de Diego Urdiales le es tangente y secante el de Juan Ortega y Pablo Aguado por sutileza y elegancia. Los tres posibilitan el entendimiento de lo diferente tanto en la diversidad de las formas como en la precisa y personalísima concepción de sus respectivas tauromaquias. Los tres pueden hacer histórica la tarde del próximo 18 de junio en la ciudad del gallo por el valiosísimo toreo que pueda contener.

Urdiales, Ortega y Aguado han hecho de la naturalidad el mayor espectáculo en la plaza. Un toreo basado exclusivamente en el clasicismo más puro sin extras visuales ni otros efectos que los derivados de la torería y buen gusto. Son los últimos eslabones de una cadena evolutiva que naturaliza el toreo. Le han devuelto una capacidad sensorial perdida hoy entre algún que otro genio y no más de tres veteranos puristas. Representan el feliz episodio de unas formas que hacen de la lidia un distintivo del arte. Unas formas de expresión tan peculiares que los identifica y singulariza.

Sólo cabe desear que el toro esté también allí. Con todo su potencial. Para servir a la causa pese a lo cuidado de su elección. El torero deviene toreo y el toro bravura. Suprema conquista si así fuera. Ellos han propuesto una historia en la frontera de las emociones y en tiempo presente para una tarde contaminada de lenguajes toreros. Ellos, artistas en la tierra del arte, capaces de aflorar con su toreo sueños y realidades, sólo están a la espera del inefable punto de intersección entre lo eterno y lo transitorio: el toro. Por Dios, que no falle.  

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