Más torero que nunca

En esto del toreo, se mire como se mire, no hay demasiado misterio: valor, una tela que imante la embestida con templado recorrido, una ligazón que deje entrever el gozo en los tendidos, y unos detalles toreros que lo hagan memorables. Pueden variar los ingredientes, según las características del toro, pero la esencia es siempre la misma: valor, mando, temple, ligazón… A esta ecuación quiso agarrarse como a un clavo ardiendo Borja Jiménez el pasado sábado en el festejo de Niebla. Igual que su hermano Javier.

Lo cierto es que ambos volvían a pisar el ruedo de una plaza de toros, tras dos años sin enfundarse el traje de torear, para volver a mostrar sus respectivos conceptos cuidadosamente pulimentados en el silencioso, tenaz e ilusionante entrenamiento diario. A reencontrarse con el toro, base de inmediatos futuros, desde la autenticidad del toreo. Javier lo tuvo peor debido a las complicadas embestidas de sus oponentes. Cosa imposible para el triunfo. Pero, tal vez, no sería descabellado considerar que lo hecho por Borja fue protesta muda y silenciosa. Una llamada de atención.

Hace tiempo que el sorpresivo toreo del diestro sevillano sedujo e hizo deleitar con su encanto. Después confusión, olvido, espera ilusionante para volver a ganar con el juego de la emoción. La misma que provocó con la lidia de sus dos toros empleando unas formas sin resquicios a la modernidad. La capacidad para ahondar en su tauromaquia le permitió sentirse más torero que nunca. Todo lo hizo con elocuente sencillez y buen gusto, sin efectismos ni concesiones, con una sensibilidad emocional que le hizo profundizar en características diferenciales. 

Está claro que, Borja Jiménez, es presente y debe ser futuro. Su toreo, a la manera clásica y auténtica, tuvo la capacidad de encandilar, implicar y hacer disfrutar de lo que se veía. Así ofreció una sui generis retrospectiva de su arte, basado en la templanza de los excelentes trazos, sin obviar la verdad que suscitó. Su prometedor momento debería ser crucial para él en este mundo del toro, confuso y desordenado, donde no encuentran acomodos toreros con fundamento. Las complejas estructuras de un obsoleto sistema parecen no permitirlo aun siendo el entendimiento real de la necesidad. ¡Qué injusto!