GALLEANDO

Entre el atrevimiento y la curiosidad

miércoles, 2 de noviembre de 2022 · 08:41

De algún modo los gustos se desarrollan a medida que se conocen. O divierten o aburren, o se aceptan o rechazan. O tal vez cautivan y apasionan. Por esto no deja de tener su punto el observar la inquieta curiosidad de un niño que vivió por primera vez las sensaciones del campo bravo.

En la dehesa, junto a alcornoques y encinas, permaneció inquieto, aposentado en la tapia de la plaza de tienta, mientras los rayos de sol de un primaveral otoño iluminaban sus vivos ojillos fijos en el ruedo. Y allí, parecía recoger a modo de álbum las imágenes que abajo veía convirtiéndolas en vivencias íntimas con las que creaba su propio universo, mientras el maestro, de manera sutil e inteligente, dibujaba pases a un añojo poniendo de manifiesto la sensibilidad de un arte efímero que dejará su huella para siempre en el recuerdo del chiquillo que lo miraba.

Trazos plagados de guiños al virtuosismo y dotados de una emotividad que enseguida atrapó a quien, invitado a bajar, citó la embestida amparado por el torero. No cupo más concentración. Ni más complicidad con el que se atrevió a descubrir el toreo de manera tan práctica. De rozar la piel del animal mientras pasaba mandado por la tela del engaño. Una distinta y bonita forma de exteriorizar un arte entre el atrevimiento y la curiosidad.

Más allá de la estimulación de los sentidos, de provocaciones que incitan a traspasar la frontera de mero observador, sobrecoge y emociona, además, ese especial sonido del campo bravo, especialmente cuando a la caída de la tarde, con todo terminado, imagino los momentos vividos por este crío delante de una res brava. Porque fue allí abajo, en el pequeño redondel, donde el becerro le hizo oír sus pasos al galope, su respiración acompasada en el tiempo y la transformación cambiante de la fiereza en nobleza. La metamorfosis de un animal salvaje en brava acometida noble y sugerente.

Hay un poso de juego e ingenuidad en lo que me contó Manuel de vuelta a casa. Aunque, pese a su corta edad, lo que ha visto, lo que ha vivido y sentido, le ha provocado las primeras cavilaciones, que no es poco, sobre lo que para él era desconocido. Seguro que su papá, aficionado cabal y práctico, le ofrecerá repetir la experiencia.