GALLEANDO

Morante torea en mi pueblo

miércoles, 30 de marzo de 2022 · 06:41

Tienen derecho a verlo. A sentir el toreo, a emocionarse, a vivirlo. Como lo vivieron sus antepasados viendo torear a Espartero y Machaquito. Como yo lo viví cuando era un chiquillo viendo a las figuras de la época sentado en las piernas de mi padre. La gente de mi pueblo tiene derecho a gozar de un torero que lleva el toreo pegado a la memoria, componiendo su historia, descubriendo, confirmando sueños, echándose a la espalda la temporada más importante de su vida. Realidades que son rescoldos de mayores ambiciones. El impacto que produce allá donde va radica en la fuerza de la expresión ante ese comportamiento al límite que supone sobrepasar las cien corridas de toros en este su año histórico de 2022. Y lo va a hacer allí donde le llamen. En Madrid, Sevilla, Bilbao… o en la coqueta plaza de toros de mi terruño serrano.

Morante torea en Aracena el 11 de junio. En el pueblo que me vio nacer. Lo hará en la centenaria plaza de toros por la que han pasado todas las figuras del toreo de las respectivas épocas. Desde que en 1864 la inaugurara Manuel Carmona El Panadero, lidiando reses de las ganaderías de Romero Valmaseda y Manuel Valladares, allí se anunció Belmonte, los Bienvenida, Chicuelo, Manolo González, El Cordobés, Litri, Chamaco, Curro Romero, Puerta, Camino, Emilio Muñoz, Espartaco, Manzanares… y ahora el sevillano de La Puebla.

 El que no deja de ser un artista en la plaza trastocando conceptos para convertir lo que hace en historias apasionantes. El que sigue coleccionando arte, atributo fundamental de la lidia con el que introduce su toreo en medio del valor consciente e inspiración constante, para transgredir lo cotidiano e imponer su genialidad en el ruedo mientras en los tendidos se vive en estado de intensa locura. El que se adentra en el túnel de tiempo desempolvando viejas tauromaquias para jugar con ellas intercambiando criterios. Todo ello sublimado a través del placer y la autenticidad.          

Lo suyo es diferente. No hay duda. Una predisposición al encuentro con el arte provocando la máxima implicación de una gente deseosa de apasionarse. Incluso parece apartarse de la realidad de manera platónica para crear con la emotividad de sus formas la verdad de su toreo. Un torero que sigue buscando otras coordenadas para incidir en la emoción. Y la ilusión de mi gente, de mi pueblo, ya se aprecia. Y es unánime.