GALLEANDO

Quiere mandar en esto

miércoles, 4 de mayo de 2022 · 07:21

Es difícil encontrar entre los jóvenes dispuestos a llegar un torero tan talentoso, tan natural y ambicioso, capaz de desplegar todo su potencial en una tarde de perros. Una tarde de tormenta, de viento, de resbaladizo barro y de torrencial lluvia.  Sólo recordar lo que hizo, y como lo hizo, produce vértigo.

Arrimó valor como nadie, naturalidad y talento, a un toreo sincero y directo. Naturalmente emotivo, extraordinariamente auténtico y lisa y llanamente maravilloso. Y hasta hizo un empleo espectacular de su arte. Sin estridencias, solemne, y muy seguro de su hacer y decir, expuso de manera magistral su clásico concepto tan diferente como emotivo. La frescura, el impulso juvenil, el refinamiento de una lidia tan sentida como valerosa, son características que definen la tauromaquia del joven Tomás Rufo. Un toreo en el que es muy fácil percibir la emoción.

Lo que le ejecutó al mansito, lidiado en sexto lugar, de la interesante corrida de Victoriano del Río, que se salía de la suerte en busca de querencias, derrochó sensibilidad e incluso dramatismo. La cogida, entregado para finiquitar, fue de suerte y milagro al salvarse de una cornada, posiblemente, brutal. Y no tuvo reparo en usar y abusar del valor para volver a entrar a matar y dar argumentos a una obra que tuvo el carácter emotivo de las cosas bien hechas.

 Una lidia cuyo resultado dio cuenta de un toreo de capa excepcional. Verónicas que pararon el tiempo hasta alcanzar la cumbre de lo emocional. Delicadeza, después, en cada uno de los trazos diestros, en la suavidad del hondo y despacioso natural, en la brillantez de los cambios de manos y los pases de pecho, en la particularidad de los adornos y, sobre todo, en esa naturalidad y punto de temple en la ejecución. Con la solidez de un concepto de auténtica calidad artística, del que hizo gala el que se mostraba por primera vez como matador de toros en la Maestranza, plantó bandera en el encharcado albero y conquistó Sevilla. La estocada final apuntaló las dos orejas que unida a la ganada en su primer toro le dieron derecho a abrir la soñada Puerta del Príncipe.

Lleva el toreo pegado en la memoria. En el ruedo embarrado del coso sevillano empezó a componer su historia realizando sueños y realidades. Porque quiere mandar en esto.